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Temores razonables

Bernardo Graue Toussaint
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Por: Bernardo Graue Toussaint.

El próximo lunes, los habitantes de la mayoría del territorio español pasaremos a la fase 3 (aunque algunas zonas como Madrid, donde vivo, seguiremos aún en fase 2). Estamos en la fase final del confinamiento sanitario y en la antesala para el regreso a las actividades cotidianas, en condiciones complejas y sumamente distintas a las que prevalecían antes de la pandemia.

Por su parte, la inmensa mayoría de los países de la Unión Europea están encaminándose igualmente a ese retorno de las actividades, con los cuidados de salud pública que se requieran.

En cuanto a los EEUU, el Presidente Donald Trump urge y convoca diariamente al regreso de la actividad económica por encima de toda consideración sanitaria. El manejo irresponsable del mandatario norteamericano de la pandemia arroja un lamentable saldo en su país, que ya supera los 105,000 fallecidos. Sería bueno recordar (en un acto comparativo de tragedias) que en el atentado de las Torres Gemelas murieron 2,996 personas y que fueron 80,000 decesos los producidos por la bomba atómica en Nagasaki. Muchas veces, las comparaciones ilustran…

En América Latina (con Brasil y México, como claros peores ejemplos) ha sido desastrosa la conducción de la pandemia. Bolsonaro y López Obrador han demostrado que el populismo (sea de derecha o de izquierda) produce muchos muertos, arruina la economía y multiplica la pobreza.

Pues sí, el mundo está saliendo del confinamiento y, hay que decirlo, lo está haciendo de manera bastante “experimental” dado que todavía se desconoce mucho sobre la potencialidad de este virus y aún no se tiene una vacuna, de cara al próximo otoño-invierno en que, previsiblemente, se podría tener un riesgo de rebrote del Covid19. *Ojalá que no suceda. *

Es obvio que este regreso a la cotidianidad (que los demagogos insisten en bautizar como “nueva normalidad”) conlleva ciertas incertidumbres e incluso temores. Me explico.

Es claro que la gente (después de este largo periodo de confinamiento) desee recuperar sus espacios y sus actividades que tenía antaño. Ese ansioso deseo es natural y entendible. Sin embargo, constituye un peligro latente, porque el exceso de confianza en los ciudadanos puede acarrear una nueva oleada de contagio que no vendría nada bien al mundo, en tanto no se tenga una cura eficiente y una vacuna segura contra dicho virus.

Además de lo anterior, se están produciendo muchas improvisaciones en materia sanitaria, a fin de reducir esos riesgos de rebrote. No existió uniformidad internacional en las medidas de contención de la epidemia, ni en los criterios de evaluación de riesgos. Ahora, en la desescalada, cada nación está diseñando y aplicando normativas diversas.

Es claro que la vida va a cambiar mucho después de esta pandemia. Los accesos a los centros de trabajo; el transporte público; la actividad educativa; el comercio; la industria; la jornada laboral; el turismo, todo tendrá “nuevas normas” que cambiarán las formas y los tiempos. Viviremos de otra manera. Es obvio que estos cambios implicarán importantes costos económicos para las empresas y para los gobiernos. Serán demasiados cambios que no serán fáciles de asumir y de costear.

Resultó inevitable que la pandemia trajera consigo severos daños económicos para el mundo entero. Resulta curioso que un diminuto virus (tan pequeño que, para su observación y análisis, se requiere obligatoriamente del microscopio electrónico) haya puesto en jaque a toda la humanidad, con una parálisis absoluta de la productividad y de toda la actividad económica. Aún no se tiene una clara cuantificación, aunque ya se asume que los daños son inmensos, con graves efectos en miles de empresas y en la pérdida de millones de empleos.

Derivado de lo anterior, es probable que la presión social en muchos países se trasladará a conflictos callejeros. Las sociedades de esta ”generación pandemial” mostrarán, seguramente, *expresiones callejeras de hartazgo frente a una situación que ha deteriorado el ánimo social global. Que quede claro que no será raro observar, en el corto y mediano plazos, un nivel alto de conflictividad social, con los riesgos que conlleva.

Se avizoran tiempos difíciles, sin lugar a dudas. Tiempos de confusión, de incertidumbre y de previsibles turbulencias. Veremos, desgraciadamente, mucho sufrimiento humano. Va a ser muy necesaria la serenidad, la templanza. Deberemos defender (más en estos escenarios adversos) la democracia, las libertades, el Estado de Derecho.

De esa templanza, serenidad y claridad de nuestros valores depende el futuro. No es poca cosa.

graue.cap@gmail.com

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