Por: Cristina Padín.
Él sí.. sabía estar. Él lo había ganado todo, lo había conquistado todo. Sin necesidad alguna de hacer nada decidió hacerlo todo e incluso hacer más. Como si fuera el más intenso sorbo de un delicioso vino, como si fuera el capítulo final que despeja toda la incógnita de la novela, como si narrara su voz el último verso de un soneto de amor, como si con su muleta saliera a enamorar mil corazones de aficionados, como si fuera el último de los besos de una tarde de pasión. Así, con la fuerza serena de abril, fue él verdad y valentía. Con educación, cultura, duende y esencia.
Él no.. no sabía estar. No había ganado nada ni conquistado nada; cierto es que gozaba del tiempo necesario para lograr hacerlo, pero no utilizaba las armas adecuadas. Como si no necesitara perder minutos para ganar más tarde horas, como si nunca hubiera leído sobre valor y sobre coraje, como si en su mente no tuvieran cabida las palabras amables no los gestos humildes, como si lo que otro hiciera con esfuerzo no mereciera aprecio alguno por su parte, como si la egolatría fuera su nombre y la grosería su apellido. Él.. fue nada.
Los protagonistas de esta historia son Él. Y pueden ser muchos: mi querido Juli, Tomás Rufo, el que es valiente y se atreve, el que es honesto y ofrece lealtad…
También por supuesto podrían ser Ella, hoy son Él.
Los segundos (Él no…) son los que se comportan mal y se creen el centro del universo
Dedicado a cada Él valiente y firme
A Carlos
A mi amiga Ana
A mi querido Luis
A la gente que sabe ser; agradecer; actuar
A Juli y a Tomás Rufo
Al toreo
A la cultura
A las novelas
A mi amiga Demelza
A mi amigo Jm
Y a la verdad
