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¿Por qué decidió Marcelo participar en el proceso?

Eduardo Ruíz-Healy
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Por: Eduardo Ruíz-Healy

 

En la competencia, los dados que le tocó lanzar siempre
estuvieron cargados a favor de su principal contrincante. El que manda en su
partido y en el país se encargó de no emparejar el piso donde él y ella
competían por el cargo que a la postre convertirá al ganador en el candidato
morenista a la presidencia de la república. A él no lo llevaron a giras
alrededor del país para que el pueblo la conociera y constatara que era la
consentida del hombre que quiso engañar a todos asegurando que por fin se acabó
el dedazo divino por medio del cual un presidente de México en turno designaba
a su sucesor. Tampoco tuvo el honor de recibir dentro de su oficina de la
Secretaría de Relaciones Exteriores a su jefe para que desde ahí éste realizara
su conferencia matutina, algo que sí hizo desde la sede de la jefatura de
gobierno de la CDMX.

 

Marcelo Ebrard denunció una vez que la competencia para
ganar la Coordinación para la Defensa de la Cuarta Transformación estaba
diseñada para que venciera la exjefa de gobierno de la CDMX Claudia Sheinbaum.

 

Para los responsables de dirigir el proceso, Mario Delgado y
Alfonso Durazo, presidente del comité ejecutivo nacional y presidente del
consejo nacional de Morena, respectivamente, las denuncias eran infundadas.

 

Según ellos, ninguna corcholata llevaba acarreados a sus
eventos, ninguna contrató anuncios espectaculares a lo largo y ancho del país
para promoverse y tampoco repartió camisetas, cachuchas, tortas, pizzas,
refrescos y otros regalos a los que dizque voluntaria y desinteresadamente
acudieron a sus mal llamadas asambleas informativas.

 

Los mexicanos vimos lo que ni Delgado ni Durazo ni el mismo
presidente Andrés Manuel López Obrador quisieron aceptar: que Claudia y Adán
Augusto López Hernández realizaban campañas electorales como las de los
candidatos del PRI de antaño.

 

Algunos dijimos, desde antes de que arrancara el proceso,
que la ganadora sería la favorita presidencial que desde hace décadas le ha
servido lealmente y de cuya lealtad incondicional AMLO no duda, como sí parece
dudar de los otros cinco.

 

Sabiendo todo esto, la pregunta obligada es: ¿por qué aceptó
participar en el proceso? ¿acaso creyó que podría superar a Claudia cuando
desde el principio ella lo aventajaba en la mayoría de las encuestas realizadas
por empresas serias?

 

Es probable que se convenció que podía ganarle a su
adversaria después de que la gente escuchara sus propuestas y lo conocieran
mejor. Muchos dijimos que sería muy difícil que lograra su objetivo, pero
obviamente él pensó diferente.

 

Ayer Marcelo denunció que la encuesta realizada por Morena
presentaba ciertas anomalías y solicitó que se realizara de nuevo, aunque él
fuera el puntero. Nadie le hizo caso y después dijo que Delgado y Durazo eran
unos cobardes. Le faltó decir que el primero, que tanto le debe, es un traidor.

 

Lo que haga ahora Ebrard se sabrá en los días por venir.
Ayer dejó entrever que es posible que abandone Morena, pero es un hecho que su
carrera política está por llegar a su fin, sin importar lo que finalmente
decida.

 

Andrés Manuel se salió con la suya. Por medio de un proceso
que desde el principio buscaba imponer a su favorita sin recurrir al clásico
dedazo; más bien inventó una nueva forma de dedazo.

 

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