Por: Cristina Padín
La chimenea se encendió. Noviembre ya teñía de frío las
tardes del otoño.. tan cortas ellas en su manto dorado y sobrio. Y no estaba la
abuela del hombre que era sensato.. pero estaba su esencia.. y su buen hacer y
sus siempre sabios consejos.
No estaba él, tampoco, en la aldea. Se había tenido que ir
para ser valiente en otros lares.
Pero la chimenea, que chisporroteaba en lumbre y hogar, asó
las manzanas. Como lo haría la anciana. Y tuvo a bien ofrecer buenos consejos a
los que los pidieron. Cordialidad y sentimiento en cada párrafo de plática
llena de alma.
Al torero le recetó campo y paciencia, venía el invierno; al
bailador le aconsejó ejercicio y un compás de música diario; a la mujer que
deseaba tener valor la animó a finarse en los que eran valientes. Y así iba pasando
la tarde.. con aroma a fuego y a castañas.
Las castañas se regalan siempre a personas maravillosas
A la valentía
A las chimeneas
A mi amiga Demelza
A las abuelas y a la mía
Al toreo
Al flamenco
A la valentía
A los valientes de ley
A las historias
Y a las tardes de noviembre que huelen a nostalgia
A mi Luis
Y a Grethel