De Ser a Ser, por: Santiago Heyser.
Es sorprendente la cantidad de veces que usamos
palabras imprecisas o equivocadas para comunicarnos, asumiendo que la otra
persona entiende lo que queremos decir a pesar de nuestro error.
Es muy común encontrarse con la sorpresa de que lo que dijimos no fue
comprendido (como lo pensamos) por nuestro interlocutor, como es común que la
respuesta que recibimos resulta extraña o sin sentido por errores en la
comunicación. Hay errores de interpretación que dan risa, pero los hay que
generan situaciones desafortunadas y conflictos personales que, en situaciones
extremas pueden generar la ruptura de las relaciones humanas.
El origen o causa de los errores o problemas en las comunicaciones son
diversos; desde diferencias culturales, pasando por interpretaciones disímiles
de las palabras, hasta interpretaciones en conflicto respecto al tono o énfasis
de los temas tratados; de hecho, podríamos hacer una larga lista de los errores
que cometemos al comunicarnos con otras personas, de los que ni siquiera nos
damos cuenta y que terminan jugando en nuestra contra respecto al objetivo que
buscábamos al comunicarnos. La buena noticia es, que del universo de errores
posibles que podemos cometer, existen algunos, la minoría, que representan la
mayoría de los equívocos que cometemos constantemente, por lo que, al
corregirlos, mejoraremos significativamente la eficacia de nuestra comunicación
y consecuentemente nuestras relaciones.
Un amigo me enseñó: “Las palabras significan, no se interpretan”. La
contundencia de la sentencia es inapelable, a tal grado, que en términos de
comunicación es de las primeras lecciones que deberíamos enseñar a los niños
cuando comienzan a hablar y por supuesto, recordarlo como adultos.
Reconozcamos, es sorprendente la cantidad de veces que usamos palabras
imprecisas para comunicarnos, asumiendo que la otra persona entiende lo que
queremos decir a pesar de nuestro mal léxico, sin darnos cuenta que, en muchas
ocasiones las personas interpretan literalmente
lo que decimos; después de todo, si decimos algo, por qué esperar que nuestro
interlocutor entienda algo que no dijimos; por ejemplo, sobre este asunto
podría decir: “todas las personas cometen este error”, lo cual es impreciso
porque no son todas (dado que no tengo
esa certeza), cuando digo todas lo
que quiero decir es la mayoría… ¿te
suena familiar? Entonces ‘todas’ no significa lo mismo que “’la mayoría’,
¿cierto?… las palabras significan, no se interpretan; interpretar que ‘todas’
es lo mismo que ‘la mayoría’, es un error.
¿Cuántas veces nos han preguntado ¿cómo
estás?, y contestamos bien?,
sabiendo de antemano que no es cierto. A pesar de eso, esperamos que la persona
que nos preguntó entienda que en realidad “no estamos bien” y que esperamos nos
consuele o nos pregunte ¿qué te pasa?, porque nos parece obvio
que, aunque dijimos que “estamos bien”, en realidad no lo estamos. La pregunta
es: ¿por qué asumiría nuestro interlocutor que no estamos bien, después de
decirle que “estamos bien”?… Lo que debería llevarnos a reflexionar, si no
estamos “bien”, ¿por qué comunicamos otra cosa?, ¿por qué no contestamos
verazmente: estoy triste, o, no ha sido mi mejor día, o, estoy de mal humor? En
el ejemplo, parece que buscamos la comprensión de nuestro interlocutor a través
de un doble mensaje, el verbal que dice “estoy bien” y el corporal que expresa
que “no estoy bien”, cuando lo correcto es comunicar: no estoy bien, pero no
quiero hablar de ello, o, no estoy bien pero no es tu asunto, o, no estoy bien,
pero, ¿si te importo?, quiero que insistas porque necesito tu apoyo y
comprensión sin mendigarlo; en otras palabras, pareciera que con una respuesta
confusa o ambivalente buscamos matizar nuestro estado de ánimo o no mostrarnos
vulnerables. El punto es que lo que decimos y el significado de las palabras
que utilizamos no describe la verdad ni da claridad, aun así, asumimos que la otra
persona entiende y tiene la obligación interpretar lo que le dijimos y la
intención de lo que dijimos de manera precisa, lo que es improbable que suceda,
por una sencilla razón, ¡no es lo que dijimos!
La realidad es que
tenemos malos hábitos al comunicarnos y muchos errores en el conocimiento e
interpretación de las palabras y, aunque para algunos esto pueda parecer
exagerado, es un hecho que terminamos teniendo conflictos por asumir que otras
personas nos entienden cuando en realidad nos estamos comunicando mal y no nos
están entendiendo. ¿Cómo se soluciona una mala comunicación?, primero, a través
de la retroalimentación, algo así como preguntar: ¿qué entendiste?; segundo,
¡leyendo!, la lectura aumenta nuestro vocabulario y conocimiento sobre el
significado de las palabras; tercero, ¡estudiando!, agarrando el diccionario
para conocer el significado correcto de las palabras, para aumentar nuestro
vocabulario y usar las palabras correctas, al tiempo que asumimos un compromiso
honesto de expresar con verdad lo que sentimos y pensamos, para comunicarnos
correctamente… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Twitter: @SantiagoHeyser
Correo: heyser@deseraser.mx