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Winston Churchill ocupó
el cargo de Primer Ministro del Reino Unido en un contexto global desalentador.
En 1940, año en que el “Bulldog Inglés” entró al poder, la Segunda Gran Guerra
se intensificaba, y el Eje (Alemania, Italia, y Japón) se mostraba más fuerte
que el bando de los Aliados (Reino Unido, Estados Unidos, China, la Unión
Soviética, Francia, entre otros). Además, en el Reino Unido se empezaban a
resentir las carencias que conlleva una guerra, por lo que la ciudadanía estaba
desmoralizada ante la escasez de bienes.

Recién asumido en el
cargo de Primer Ministro, Winston Churchill dio un discurso ante la Casa de los
Comunes que quedó inmortalizado en la historia al regalarle a la humanidad la
frase de “sangre, esfuerzo, lágrimas, y sudor”.

Si bien, no exagero al
afirmar que es uno de los discursos más importantes de la historia, la misma
historia nos cuenta que en el momento en que Churchill dio el discurso, el
público presente no tuvo una reacción memorable y hasta hubo varios que
quedaron escépticos ante las palabras del nuevo Primer Ministro.

Entonces la pregunta
sería, ¿Por qué uno de los discursos más importantes que alguna vez fueron
vociferados no tuvo alguna reacción considerable entre los presentes que lo
escucharon?

Porque Winston Churchill
tenía claro que estaba dando su discurso ante la Casa de los Comunes, pero le
estaba hablando al pueblo británico.

Churchill aseguraba que
seguiría en la batalla con todos los recursos posibles, hasta con sangre,
esfuerzo, lágrimas, y sudor. Éstas palabras claramente no eran para apelar a la
clase política, que seguramente mantenía su comodidad a pesar de las carencias,
sino a los británicos de carne y hueso que día con día veían cómo empezaba a
faltar comida en los mercados.

Con las palabras “sangre,
esfuerzo, lágrimas, y sudor” se romantizó el inminente desabasto de recursos, y
los británicos, de la mano de Churchill, forjaron una estoica resistencia ante
la carencia, la cual habría de caracterizarlos en los años siguientes.

Winston Churchill es
considerado uno de los mejores oradores de la historia, incluso se le galardonó
con un Premio Nobel de Literatura por sus habilidades de comunicación. Como
gran orador, entendía que, sea cual sea el contexto en el que se vaya a hablar,
siempre hay que tener claro a quién queremos llegar para concretar los
objetivos del mensaje; no se trata de hablar por hablar, sino de hacer un
impacto consciente.

Esta máxima que deben
seguir quienes tienen el privilegio de hablar en público también la vimos en
práctica en los primeros interrogatorios de la investigación llevada a cabo por
el Congreso estadounidense para destituir al Presidente Donald Trump.

Hace unas semanas se
empezó a hacer historia en Estados Unidos cuando el Congreso anunció que
iniciaría investigaciones formales en contra de Trump por, supuestamente,
invitar a Ucrania a intervenir en las elecciones norteamericanas, y por
condicionar un apoyo a este país a cambio de favores personales.

Un denunciante anónimo
informó que Trump le había pedido a Vladimir Zelenski, presidente de Ucrania,
que investigara al hijo de Joe Biden, quién podría ser uno de sus principales
oponentes en las urnas.

Donald Trump no es ajeno
a este tipo de investigaciones, ya que también fue investigado por posible
conflicto de intereses con el gobierno ruso, relativos a un fraude electoral a
favor de Trump en las elecciones de 2016. Los resultados de esta investigación
indicaron que, en efecto, Rusia actuó para favorecer a la victoria de Trump,
pero no hubo suficientes pruebas para asegurar que Trump estuvo involucrado en
este acto.

Cabe mencionar que días
después de ser publicados los resultados, quien llevo a cabo la investigación,
Robert Mueller, dijo explícitamente que el hecho que no se haya encontrado
suficiente evidencia para vincular a Trump, no significa que sea inocente.
Aseguró que si tuvieran la información para comprobar que es inocente, ya lo
hubiese dicho.

Ahora, por primera vez se
harán una serie de interrogatorios que habrán de trasmitirse en medios para que
todos los ciudadanos puedan estar enterados del proceso. Este miércoles fue la
primera de las cinco audiencias públicas dispuestas para interrogar a posibles
testigos involucrados en el tema.

El miércoles fueron dos
diplomáticos de carrera, apolíticos, que han dedicado su vida al servicio
exterior. El primero fue el oficial diplomático americano de mayor rango en
Ucrania, Bill Taylor, y el segundo fue George Kent, miembro del staff de la
secretaria para asuntos europeos y euroasiáticos.

El testimonio del primero
es de suma relevancia pues comenta que un miembro de su equipo que se
encontraba laborando con el Embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea,
Gordon Sonland, escuchó una llamada entre Sonland y Trump, un día después que
Trump y el presidente de Ucrania en entablaran una llamada telefónica, y
Sonland le aseguraba al presidente Trump que Ucrania cedería a realizar las
investigaciones contra Burisma, empresa energética en la que trabaja el hijo de
Biden.

De igual forma, dijo que
cuando le preguntaron a Sonland sobre la postura de Trump respecto a Ucrania,
respondió que al presidente le interesaba más la investigación de Biden que
Ucrania.

Con el motivo de que
Zelenski buscaba obtener una visita a la Casa Blanca, el Gobierno
estadounidense negoció que el presidente ucraniano anunciara públicamente la
investigación contra Burisma, a cambio de la visita. Si esto ya es reprochable,
el problema se agudiza al enterarnos que, probablemente, el presidente Trump
haya congelado apoyos militares a Ucrania, a cambio de que iniciaran la
investigación.

Esto se interpretaría
como el uso discrecional de recursos federales, para hacer cumplir sus
exigencias corruptas que atentan contra la democracia norteamericana. No
estamos hablando de cualquier cosa.

El testimonio de Kent
también dio más fundamento a la hipótesis de que el presidente exigió la
investigación a cambio de apoyos; y ambos diplomáticos hicieron hincapié en las
consecuencias de que se congelaran los apoyos militares en la zona, ya que
Rusia aprovecho para ganar terreno en las fronteras. El problema pasa de lo
político a lo geopolítico.

Ya había comentado en
este espacio que a pesar de los procesos políticos que se están dando, es muy
complicado un escenario en el que se concrete la destitución. Para eso se
requeriría mayoría en el Congreso y posteriormente en el Senado, y los
demócratas no tienen los números para asegurar esta victoria.

Sin embargo, los
demócratas tienen claro lo que Churchill tenía claro en 1940, el mensaje no es
para los legisladores, sino para el pueblo americano.

Por esto se decretó que
fueran públicas las audiencias, para que el mensaje le llegara a los
ciudadanos. A los demócratas no les interesa tanto persuadir a los legisladores
republicanos de votar a favor de la destitución, les interesa persuadir a los
ciudadanos estadounidenses de cara a las votaciones que se celebrará el próximo
ano.

Por esto, la estrategia
de los republicanos ha sido minimizar el proceso y twitear qué tan aburridas
son las audiencias, esperado así que nadie las sintonice. No sé qué tan
efectiva pueda ser esta estrategia, pero comprueba que ambos bandos tienen
claros a quién debe convencer.

Nadie pudo aterrizar
mejor esto, que como lo hizo el titular del órgano encargado de las audiencias,
Adam Schiff, en su discurso de apertura del miércoles. Schiff definió que éste
proceso superaba a Donald Trump, ya que lo que habrá que descubrirse es qué es
lo que los americanos esperan de su presidente; el actual y los futuros.

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