Por: Cristina Padín.
El Triunfo sonreía feliz. Era humilde y sereno y eso siempre es bueno. Aquella tarde de agosto había ganado su esencia. Su saber ser y estar. Conquistaron los terrenos y los suspiros los vuelos clásicos de una muleta tan perfecta como inquieta.. y ganó el toreo y el albero se vistió de oro y arte.. y lances de historia y de gloria acariciaron las arenas de la Plaza.
El Triunfo sonreía contento. Era discreto y leal y eso jamás está mal. Aquella noche de agosto en un local bañado por el mar y dibujado en la playa el grupo musical hizo que los corazones volaran. Libres y alegres. Música de la que cuenta una historia con mil historias, sonidos que enamoran, el ritmo y las melodías. Un concierto épico, lleno de sal, de alma, de vida.
Y los que envidiaban al Triunfo no sonreían, la mediocridad y la envidia no conocen la sonrisa.
El cuento está dedicado a los triunfos.. y en concreto me refiero a José Tomás y a Tanxugueiras. Los que desean que estas personas no triunfen tienen un problema..
Al toreo
A José Tomás
A los locales en playas.. lo escribí pensando en el Náutico de San Vicente
A la gente sana, gente que vive
A la música
A mi amiga Ana
A mi amigo Elías
A Luis
Y a la verdad