Una serie de incursiones con drones en aeropuertos y bases militares de la región de Jutlandia, al oeste de Dinamarca, obligó al cierre temporal de los aeropuertos de Aalborg y Billund, además de registrar sobrevuelos en instalaciones estratégicas como la base aérea de Skrydstrup, que alberga aviones F-35 y F-16, y el regimiento Dragón en Holstebro. No se reportaron daños ni heridos, pero el episodio reveló la vulnerabilidad de la infraestructura crítica danesa.
La policía danesa también investiga la presencia de drones en zonas sensibles como las plataformas de petróleo y gas del Mar del Norte y el puerto de Korsor. El ministro de Defensa, Troels Lund Poulsen, calificó los hechos como un posible “ataque híbrido” por su carácter sistemático, aunque sin señalar responsables. La primera ministra Mette Frederiksen reconoció que Rusia no ha sido descartada, pese a que Moscú rechazó cualquier implicación y calificó los incidentes de “provocación escenificada”.
Las autoridades militares decidieron no derribar los drones por considerarlo riesgoso para la población civil, aunque aseguraron estar preparadas para hacerlo si las circunstancias lo ameritan. El jefe de Defensa, Michael Hyldgaard, subrayó que cualquier derribo implica riesgos colaterales, dado que los restos pueden causar daños al caer.
El episodio se produce en un contexto de creciente tensión en el flanco oriental de la OTAN. Estonia y Polonia invocaron este mes el Artículo 4 de la Alianza tras la violación de su espacio aéreo por aviones y drones rusos. Dinamarca evalúa ahora si recurrir también a este mecanismo de consulta colectiva.
Frederiksen advirtió recientemente que Rusia seguirá representando una amenaza para Europa y Dinamarca en los próximos años, lo que refuerza la percepción de que los incidentes con drones forman parte de una estrategia de guerra híbrida que afecta a varios países de la región.


