Mi generación, la de “los niños de la posguerra”, solía comenzar a explorar el mundo de la comunicación comenzando por las tiras cómicas de los periódicos; de adolescentes, buscaba deportes y policía; luego se imbuía de noticias políticas y sociales, y más tarde le preocupaba el acontecer económico. Hoy nos vamos directo a leer obituarios para saber quiénes emprenden la marcha porque nos sabemos en la fila.
Mi generación es sobreviviente de una época de penurias, de hambre y escasez de materias primas a causa de la segunda guerra mundial, y eso nos volvió austeros y muy trabajadores, pero también muy realistas. Muchos de nosotros observamos contrariados tantos cambios en la sociedad y nos hemos vuelto muy vulnerables.
Algunos estudiosos del acontecer mundial, como la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, ubica en nuestra generación a los nacidos entre 1930 y 1948 y nos ha colgado la etiqueta de luchadores, sacrificados, austeros, perseverantes, realistas y nostálgicos. Algo hay de cierto y me gusta mucho el calificativo de perseverantes.
Hoy, cuando mi cansada diestra pasa la última hoja del calendario 2023, lo hace como cuando cierra un libro cuya lectura hemos concluido: satisfechos con lo aprendido, contentos por aumentar nuestro bagaje de conocimientos, pero ávidos de saber y conocer más, de comenzar una nueva lectura, de enriquecernos cada vez más.
¿Nostálgico? No es mi caso. No estoy triste, la melancolía de algo que haya perdido no forma parte de mis planes para el 2024. Nada que me haga daño tendrá cabida en este nuevo calendario, es muy poco el tiempo que me queda para perderlo en rencores, es muy precaria nuestra salud para que otros la manejen, así que soy yo quien decide qué hacer, cómo hacerlo y con quien; qué tomo de los demás y qué rechazo.
Las balas de la posguerra ya no resuenan en mis oídos, el odio y los sinsabores no verán el año nuevo junto a mí. Despido al 2023 ofreciendo disculpas a quienes haya afectado de alguna manera y agradezco las enseñanzas y el cariño recibido de mucha, muchísima gente que me obsequió su amistad y confianza.
Comienzo el nuevo calendario con la sorpresa de los niños que miran ansiosos el regalo que tienen en frente; con la inquietud de los adolescentes que comienzan a descubrir nuevos cambios en sus vidas; con la esperanza de los jóvenes que quieren comerse el mundo, con la madurez y la responsabilidad de los adultos, y llego lleno de proyectos para una etapa incierta por el tiempo, pero sólida por la experiencia adquirida.
Feliz Año Nuevo. Que el Señor nos conceda fuerza para dejar la carga innecesaria que llevemos en nuestras espaldas y para desatar todo aquello que nos impida seguir adelante en la construcción de un mundo mejor