Por Marco Antonio Cortez Navarrete
(Artículo dedicado para quienes considero amigos y para quienes así me consideran)
—Considero que la base de cualquier amistad sólida es la confianza, y esta no puede existir sin sinceridad; cuando las personas son honestas entre sí, saben que pueden contar con el otro sin temor a engaños o dobles intenciones.
Si. Hoy hablo de la sinceridad y más adelante abordaré el tema de la adulación así es que, prepárense. Para un servidor la sinceridad permite que las personas se muestren tal como son lo cual facilita relaciones genuinas, donde ambas partes se aceptan y se valoran mutuamente con sus virtudes y defectos.
Siempre digo que ser claro y honesto ayuda a evitar confusiones y suposiciones incorrectas. Muchas veces, los conflictos entre amigos surgen por falta de comunicación sincera. En una amistad sincera, los consejos, críticas constructivas y palabras de aliento son verdaderos y bien intencionados. Esto hace que el apoyo mutuo sea más efectivo y significativo.
Es así como la sinceridad no solo fortalece los lazos entre amigos, sino que también protege la relación de la falsedad, la desconfianza y el deterioro emocional. Una amistad sin sinceridad puede parecer funcional en la superficie, pero carece de la profundidad necesaria para perdurar en el tiempo.
Lo contrario y algo muy peligroso sobre todo en instituciones públicas y privadas es la adulación, palabra que implica elogiar en exceso, muchas veces con fines egoístas o para agradar al otro sin decir lo que realmente se piensa. Contrarió totalmente a la amistad auténtica que se basa —repito— en la sinceridad, el respeto mutuo y el deseo genuino del bien para la otra persona.
Dejo en claro que para mí el adulador dice lo que el otro quiere oír, no lo que necesita escuchar. En una verdadera amistad, a veces es necesario decir verdades incómodas con respeto y cariño. La adulación suele tener un propósito oculto: agradar para obtener algo a cambio (aprobación, beneficios, protección, etc.). Un amigo genuino actúa por afecto, no por conveniencia.
En otras palabras si alguien siempre te halaga sin fundamento, puedes empezar a dudar de su sinceridad. La amistad necesita una base sólida de confianza, no de palabras vacías.
La adulación puede disfrazarse de amabilidad, pero no es amistad verdadera. Un amigo sincero te valora por quien eres, no por lo que puedes darle, y tiene el valor de ser honesto incluso cuando eso es difícil.
Decir que todo está bien no siempre es amistad. De hecho, cuando alguien dice constantemente que “todo está bien” solo para evitar conflictos o para no incomodar, puede estar actuando desde el miedo, la indiferencia o incluso la falta de sinceridad, no desde una amistad genuina.