Especial / La Revista
La cuatroté es una transformación feminista, o al menos así nos la quieren vender. Ya sea con Marcelo Ebrard ante la Organización de las Naciones Unidas, Claudia Sheinbaum declarando alerta de género en la capital, o el mismo Andrés Manuel presentando ternas con puras mujeres, la administración federal busca acogerse bajo el estandarte del feminismo.
No importa si el gobierno protege a personajes como José Manuel Mireles Valverde, quién emitió lamentables declaraciones misóginas, y entabló una relación con una menor de edad a la que le lleva treinta y nueve años. Tampoco importa si por semanas antes que se declarara la alerta de género, se estigmatizó desde el gobierno a las feministas manifestantes. Tampoco importa que en la capital haya una decena de mujeres desaparecidas al día, o que México sea uno de los países más peligroso del mundo para las mujeres.
Toda esta evidente realidad importa muy poco ante la posibilidad de utilizar al movimiento feminista como una herramienta política para acaparar poder. De un tiempo para acá, el gobierno ha pretendido justificar las designaciones que ha hecho, y que ponen en peligro el equilibrio de poderes, bajo el discurso de la equidad de género.
Lo hicieron en el nombramiento de Loretta Ortiz Ahlf y Eva Verónica de Gyves Zarate como consejeras de la Judicatura Federal. Ambas son personas de confianza del presidente, la primera habiendo sido parte de la primera terna de Andrés Manuel para ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, habiendo sido diputada de Morena, y siendo la esposa de José Agustín Ortíz Pinchetti, hombre de cercano al presidente; y la segunda, habiendo sido considerada previamente en la terna del presidente para la Fiscalía General de la República.
Cabe mencionar que en este proceso participaron más de cien candidatos, pero fueron electas las que alguna vez fueron de las principales opciones de López Obrador para otros cargos.
Este modus operandi lo pudimos ver también en la última terna de ministros para la Suprema Corte, la cual fue anunciada como una terna feminista pues estaba compuesta solo por mujeres. Si bien, a primera vista parece un acto noble, al analizar a las candidatas nos damos cuenta que no cuentan con experiencia judicial, necesaria de acuerdo a los requerimientos de la ley.
Esta estrategia del gobierno federal no solo es patética por usar el discurso de un movimiento social a su favor, también es peligrosa, porque difunde una concepción errónea de cómo debe practicarse el feminismo.
Cuando ha habido debate en las Cámaras legislativas por los nombramientos que mencioné, las legisladoras de Morena pretendieron ahogar el debate sobre las características o cualidades de las candidatas con el argumento de que “por ser mujer” la designación fomentaría la paridad de género, lo cual es suficiente para neutralizar cualquier defecto o conflicto de interés que pueda haber.
Hay algunas que llevan la línea discursiva al extremo de afirmar que votar en contra de la candidata es no apoyar a la lucha de las mujeres, señalando a las legisladoras críticas como enemigas del movimiento feminista.
Afortunadamente, la lucha por los derechos de las mujeres ha avanzado con los años, y actualmente hay un amplio universo de mujeres capaces de ocupar cualquier cargo en el sistema gubernamental; por lo tanto, decir que se debe votar a favor de una mujer en específico por el solo hecho de ser mujer, significa invalidar a todas las mujeres, igual o más capacitadas, que también podrían ocupar el cargo en cuestión.
Al promover estas ideas también se está trastornando una de las herramientas más fuertes que tienen las mujeres para afrontar el sistema social que las reprime: la sororidad, que es la unión de las mujeres ante las injusticias sociales.
El feminismo no consiste en apoyar a las mujeres en todo ciegamente, sino en ser consiente que las mujeres son víctimas de una sociedad que las ha oprimido por generaciones, y por lo tanto hay que trabajar para destruir estos paradigmas.
Insisto, que el gobierno navegue con la bandera del feminismo, sin un correcto entendimiento del movimiento, es peligroso porque lo usa para continuar amagando la división de poderes, porque promueve la ignorancia y desinformación, y porque pone riesgo la vida de las mujeres mexicanas.
En una sociedad en la que reina la polarización, difundir una concepción errónea del feminismo propiciará que se agudice la violencia contra las mujeres.
Ni una más.