La Revista

Noche de vino y orgía. El espionaje en la ciudad prohibida

Aída López Sosa
Aída López Sosa
Sígueme en redes sociales:

Por: Aida Maria Lopez Sosa.

Flores
de primavera, luna de otoño: ¿cuándo acabáis? 
¿Hasta qué punto se conoce el pasado? Li Yu. Emperador
chino

Ayer
como hoy, el comportamiento de los altos funcionarios es cuestión de Estado. En
los primeros cien años de nuestra era, ante la ausencia de cámaras
fotográficas, un pintor oriental realizó la hazaña detectivesca, se infiltró en
una fiesta nocturna para posteriormente con su pincel, haciendo acopio de su
retentiva, revelara lo ocurrido en un banquete; testimonio de los excesos del
objetivo en cuestión. Los rumores de “Las diversiones nocturnas de Han Xizai”
(Beijing, Museo del Palacio), preocuparon a Li Yu (937-978) -último emperador
de la dinastía Tang-, por lo que envío al pintor de la corte, Gu Hongzhong
(910-980), para comprobar la virtud de su primer ministro: Han Xizai (911-970).  

Han
Xizai había estudiado los clásicos confucianos logrando un lugar entre la élite
letrada y culta, quienes eran los que ocupaban los cargos de administrador,
ministro y juez, nombramiento otorgado por el emperador en turno. Dado que las
enseñanzas de Confucio someten al individuo para el bien común, era un deber no
solo ser eficiente en el desempeño, sino tener responsabilidad moral: un
ejemplo de vida virtuosa. Si bien el funcionario contaba con los conocimientos,
su debilidad por las cantantes bellas, lo descalificaba. Los excesos del primer
ministro se celebraban en medio de un ambiente de miseria y hambre en la China
de aquel entonces. En su mansión los manjares se presentaban elegantemente en
fuentes de cristal de roca y el vino se contenía en jarras de metales
preciosos. El banquete nocturno se conformaba de carne de giba de camello,
peces blancos, palillos de cuerno de rinoceronte; amenizado con música y
bailables.

En
el universo de Han Xizai, un estrado que de día era asiento, de noche se
convertía en cama. Una centena de mujeres entre sirvientas, concubinas,
cantantes y actrices vivían bajo su techo, damas que lo mismo servían,
conversaban o bebían con los comensales. Ataviadas con escotes y transparencias
participaban, sin ninguna reserva, en las orgías con los invitados que gritaban
“excitados y salvajemente”. Algunas terminaban en concubinato o de favorita del
emperador. La diversión quedó plasmada en el informe de más de tres metros que,
con pincel en ristre, Gu Hongzhong dibujó de derecha a izquierda en colores
brillantes, sobre un rollo de seda de 29 x 336 centímetros. Lo que transcurría
en la mansión del funcionario durante una noche, en el lienzo rompió el
concepto de tiempo, mostrando imágenes sucesivas en matices espesos.

Durante
el banquete, representado en cinco partes independientes, se observan a más de
cuarenta personas y al anfitrión -traje oscuro, con el gorro oficial utilizado
por los letrados de la dinastía Tang, alado de gasa negra; patillas y barba-, tocando
un gran tambor mientras una joven baila sin parar. Su expresión facial fue hábilmente
capturada por Gu Hongzhong, advirtiendo su preocupación por la presencia del
pintor de cámara que, intuía, estaba presente para espiarlo.

En
el reporte plástico, el artista separa las escenas con biombos, camas, pantallas,
mesas largas e instrumentos musicales, logrando cambios suaves y coherentes.
Las imágenes altamente contrastadas en
bermellón, cinabrio, azul pizarra, verde y blanco, iluminadas con una vela roja
indicando la noche, muestran la actuación de una bailarina; la conversación íntima
del primer ministro con varias muchachas en la cama; la orquesta de mujeres tocando
flauta; sugestivos roces y abrazos entre tres personas; una joven de finas
cejas arqueadas tocando la pipa -laud chino de cuatro cuerdas, símbolo erótico-;
entre muchas otras

Con pinceladas finas y minucia en los detalles, Gu
Hongzhong pintó los muebles, escenificó las danzas, mostró la decoración y los
atuendos, así como las normas de etiqueta de la época de cinco dinastías y el
doble de reinos albergados, hace más de seiscientos años, en el Palacio Imperial:
La ciudad Púrpura Prohibida.

Han
Xizai, aún bajo sospecha por sus costumbres disipadas, ya que nunca lo comprobó
personalmente ningún emperador, sirvió a cuatro. Los emolumentos de primer
ministro no le alcanzaron para completar sus días de vida. Los últimos años pidió
limosna vestido de juglar ciego, muriendo pobre a los sesenta y nueve años pero,
lo comido y lo bailado, nadie se lo quitó.

Aída López Sosa
Aída López Sosa
Sígueme en redes sociales:

No quedes sin leer...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo último