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Por Pascal Beltrán del Río

 
El próximo martes se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en Estados Unidos y es muy arriesgado pronosticar cuál será la decisión de los votantes.

Como no me fío de las encuestas –dadas varias experiencias recientes en el mundo–, y en esto todo depende de cuántos y quiénes salgan a votar, prefiero aguardar para hacer un análisis sobre qué sucedió en esta muy contenciosa campaña electoral.

Sin embargo, algo se puede decir desde ahora. Si algún tema pesó en la decisión de los votantes fue la reforma de salud del presidente Barack Obama.

Más que los escándalos de la vida sexual de Donald Trump o los correos electrónicos de Hillary Clinton, el llamado Obamacare se convirtió en el asunto más discutido por los votantes.

Para desgracia del Partido Demócrata y su candidata a la Casa Blanca, los resultados de la reforma de salud –que ha sido la piedra angular de la Presidencia de Obama– se quedó lejos de cumplir los objetivos que se trazó.

Obamacare es el nombre no oficial de la Ley para la Protección de Pacientes y Cuidados de la Salud Asequibles (PPACA, por sus siglas en inglés).

Fue propuesta por Obama durante el primer año de su gobierno. El punto de partida de la iniciativa fue el hecho de que 45 millones de estadunidenses (o 15% de la población) no contaban con cobertura de salud, en un país donde resulta caro atenderse.

Un estudio de la organización Commonwealth Fund indicaba que de las 13 naciones más desarrolladas del mundo, Estados Unidos era la que más gastaba en la salud (17% del PIB en 2009 o nueve mil dólares per cápita al año, casi el triple de la OCDE), pero la que peores resultados tenía.

Para atacar esta carencia, el Presidente propuso subsidios para quienes tuviesen ingresos hasta por 133% del nivel de pobreza. Al mismo tiempo, se estableció la obligación de que las empresas con 50 empleados o más ofrecieran cobertura de salud, así como la opción de que los hijos de hasta 26 años de edad pudiesen estar en plan de salud de sus padres.

El plan fue polémico desde su concepción. La ley se aprobó en el Senado por 60 votos a 39, pero después apenas pudo superar la barrera de la Cámara de Representantes (219 contra 212). Posteriormente, su constitucionalidad fue impugnada y tuvo que intervenir la Suprema Corte, que la declaró válida, pero por una mayoría de cinco a cuatro.

Casi de inmediato el Obamacare comenzó a meterse en problemas. La página web creada para que la gente comparara sus planes de salud (como ocurre con los sitios de viajes) tuvo fallas y apenas logró la inscripción de seis millones de personas antes de que llegara la fecha límite (a partir del 31 de marzo de 2014 era indispensable contar con cobertura). Además, varias disposiciones de la PPACA, como la obligatoriedad para las empresas de ofrecer seguro médico, tuvieron que ser pospuestas.

Los resultados del plan tampoco han cumplido con las expectativas de ofrecer mayores opciones de cobertura y tarifas más bajas.

De hecho, ha sucedido lo contrario. Una nota publicada ayer en el diario The Washington Post, con base en el análisis de la organización Kaiser Family Foundation, especializada en el tema, indica que el precio de los seguros médicos se ha incrementado hasta en 145% en algunas ciudades.

Adicionalmente, Aetna, una de las mayores empresas de seguros del país, anunció en agosto pasado que se saldría de Obamacare en 11 de los 15 estados en los que opera, alegando que el plan le había representado pérdidas en sus pólizas individuales por 430 millones de dólares.

La empresa afirmó que sus más de 800 mil pacientes estaban más enfermos que antes y eso le representaba pagar costos más altos.

Hace unos años, Obama presumía que las empresas de seguros estaban destinando dinero para participar en el programa porque estaban “seguras” de que el Obamacare funcionaría.

Sin embargo, hoy está claro que su fracaso es mayúsculo, lo que el Partido Republicano y su candidato Donald Trump están aprovechando para machacar en estos últimos días de campaña.

Si los demócratas pierden la elección del próximo martes tendrán que culpar, más que a la saga de los correos electrónicos de Hillary Clinton, a la fallida reforma de salud del presidente Obama.

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