El martes 21 de junio de 2025, Estados Unidos ejecutó ataques aéreos con bombas B‑2 de gran alcance sobre tres objetivos nucleares iraníes —las instalaciones de Fordo, Natanz e Isfahan— uniéndose así a la ofensiva de Israel contra el régimen de Teherán . El presidente Donald Trump calificó la acción como un “éxito completo”, precisando que los blancos fueron “completamente y totalmente aniquilados” y advirtió que podrían producirse nuevos ataques si persisten las amenazas .
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, elogió la intervención estadounidense como un “hito histórico”, mientras que Irán confirmó los bombardeos, pero reiteró su compromiso con el desarrollo nuclear con fines pacíficos .
Este escalamiento ha agravado las tensiones en la región, motivando evacuaciones —como las de ciudadanos alemanes y japoneses en Irán— y provocando condenas diplomáticas de Egipto y Arabia Saudita . Internamente en EE.UU., la intervención dividió al Congreso: los republicanos la apoyaron mayoritariamente, mientras que demócratas y grupos conservadores cuestionan la legalidad constitucional de la acción ejecutiva .
Mientras tanto, Irán respondió con disparos de misiles y drones hacia Israel en lo que algunos ya califican como una guerra aérea directa, y los medios estatales iraníes reportan explosiones en posiciones militares al suroeste del país . En el terreno diplomático, Turquía, bajo el liderazgo del presidente Erdogan, se ofreció como mediador entre Teherán y Washington para evitar una escalada mayor .
En resumen, el ingreso directo de Estados Unidos en hostilidades fronterizas con una potencia nuclear marca una alarmante escalada que podría desatar una confrontación abierta y cambiar el equilibrio estratégico en Medio Oriente.