Lo que prometía ser una semana de gloria para Team Penske, uno de los nombres más icónicos del automovilismo estadounidense, se convirtió en una tormenta de proporciones épicas. A tan solo días de que se corran las legendarias 500 Millas de Indianápolis, Roger Penske, dueño del equipo, del campeonato IndyCar y del mítico óvalo del Indianapolis Motor Speedway, tomó una decisión que sacudió los cimientos del paddock: despidió a tres de los ejecutivos más poderosos de su escudería en medio de un escándalo técnico sin precedentes.
Tim Cindric, presidente del equipo y figura clave en la gestión de Penske durante más de dos décadas; Ron Ruzewski, director general; y Kyle Moyer, gerente de operaciones, fueron cesados de manera fulminante. La razón: modificaciones ilegales en dos de los monoplazas del equipo. Una infracción seria, detectada en las inspecciones técnicas previas a la clasificación, que vulneraba las reglas del campeonato.
El foco del problema fueron alteraciones no autorizadas en el atenuador trasero, un componente crítico que regula la seguridad y el comportamiento aerodinámico del auto. Las modificaciones fueron encontradas específicamente en los autos de dos figuras estelares: Josef Newgarden, actual bicampeón defensor de la Indy500, y Will Power, ex campeón de la serie. Como consecuencia, ambos pilotos fueron severamente sancionados y enviados al fondo de la parrilla: largarán en las posiciones 32 y 33, respectivamente.

La noticia corrió como fuego en redes sociales y pits. No se trata de un incidente menor ni aislado. Apenas el año pasado, Team Penske ya había sido señalado por irregularidades en el uso del sistema “push-to-pass”, lo que derivó en penalizaciones contundentes. La reincidencia en violaciones técnicas levanta ahora serias dudas sobre el liderazgo y los procesos internos del equipo más laureado de la historia reciente de IndyCar.
En un comunicado contundente y sin rodeos, Roger Penske asumió la responsabilidad y defendió la necesidad de actuar: “Nada es más importante que la integridad de nuestro deporte y nuestros equipos de carreras. Hemos tenido fallos organizativos durante los últimos dos años y tuvimos que hacer cambios necesarios. Pido disculpas a nuestros fanáticos, nuestros socios y nuestra organización por decepcionarlos”.

El gesto, aunque drástico, fue también interpretado como un intento de limpiar el nombre de la organización y recuperar la confianza del público, los patrocinadores y sus propios pilotos. En un deporte donde la credibilidad y la precisión técnica son sagradas, cualquier sombra de duda puede ser devastadora. Y Penske, con toda su historia de éxitos, sabe perfectamente que lo que está en juego no es una carrera, sino el legado mismo de su equipo.
Pero incluso en la adversidad, la narrativa de la Indy500 tiene espacio para la épica. Josef Newgarden, pese a la sanción, tiene la oportunidad de hacer historia. Si consigue remontar desde la última posición y volver a ganar, lograría algo sin precedentes: tres victorias consecutivas en Indianápolis, la hazaña definitiva en un circuito donde cada centímetro cuenta. La presión es brutal, pero si alguien puede hacerlo, es él.
Mientras tanto, todas las miradas estarán puestas no solo en lo que suceda el domingo en la pista, sino también en lo que viene después para Team Penske. ¿Cómo se reestructura una escudería tan golpeada desde dentro? ¿Quién tomará las riendas de un equipo que, pese a los tropiezos, sigue siendo un gigante? Las respuestas llegarán con el tiempo, pero lo cierto es que la edición 2025 de la Indy500 ya entró en la historia. No solo por lo que se correrá en la pista, sino por la sacudida que cambió por completo el tablero de poder en una de las escuderías más legendarias del automovilismo mundial.