.. era un pueblo tan pequeño que se llamaba en verdad una aldea. Era verde del color de los versos de Lorca en la zona de los montes y azul del tono de la esperanza en la parte del mar.. Regresaba allí cada junio, desde muy lejos, para sentir la paz, sentirse en paz, caminar por la arena de la playa.. Descansar.
Subía cada mañana a una iglesia minúscula perdida entre árboles. Se accedía a ella a través de un sendero curvilíneo, pareciera un lugar encantado o secreto. Allí se sentaba, al compás del rocío del día rompiente, rezaba.. Dejaba que su mirada acariciara los ojos tan puros de aquella virgen. No sabía cuál era…
Su sonrisa era tan dulce: era la sonrisa de Dios!
Durante las semanas participaba en la procesión; tomaba café en el bar; bebía vino y comentaba sobre la cosecha. Se desplazaba a la ciudad: iba a los toros a ver a Juli o a Morante; iba al teatro; iba a cenar a sitios de moda. Dormía bien, respiraba mejor, leía mucho…
Cada año escribía un verso para la virgen de la sonrisa de Dios..
Y se marchaba. En paz..
Dedicado a los pueblos y sus iglesias
A mi Virgen Minia
A Luis
A Juli
A Morante
A mi amigo Garret: un español americano
A las personas de verdad
A mi amiga Rosario
A mi amiga Pau
A la gente que lee
Y a la gente que siente
