El presidente ruso Vladimir Putin reconoció públicamente por primera vez que las defensas antiaéreas rusas son responsables del derribo de un avión de pasajeros aéreo de Azerbaiyán ocurrido en diciembre de 2024, un siniestro que costó la vida a 38 personas.
Según su versión, esos misiles habían sido lanzados para repeler un dron ucraniano, pero explotaron a una distancia de apenas 10 metros del avión de Azerbaijan Airlines, provocando daños fatales durante maniobras de emergencia. Putin calificó el episodio como una “tragedia” y atribuyó lo sucedido a un “mal funcionamiento técnico”.
En el mismo encuentro con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, realizado en Dusambé durante una cumbre regional, Putin prometió que Rusia indemnizará a las víctimas y que se realizará una evaluación jurídica de las acciones de los funcionarios implicados: “Rusia hará todo lo necesario … y las acciones de todos los funcionarios serán evaluadas legalmente”, afirmó.
El mandatario admitió asimismo que estas palabras —dirigidas a brindar apoyo moral a las familias— no resuelven el principal problema: “No podemos devolver la vida a quienes murieron como resultado de la tragedia”.
Durante la reunión, Putin también aseguró que Rusia está prestando “toda la asistencia necesaria” para esclarecer las causas del accidente, y que la investigación está próxima a concluirse.
Azerbaiyán, por su parte, había acusado a Moscú de encubrir el incidente tras semanas de silencio y versiones contradictorias. Aliyev agradeció que Putin haya mantenido bajo su control personal la investigación y expresó su esperanza de que las relaciones bilaterales puedan revitalizarse.
Este cambio en la postura rusa adquiere relevancia en un contexto diplomático complicado, marcado por acusaciones mutuas, versiones encontradas y presiones internacionales para una investigación transparente.


