El 1° de octubre de 2025, Venezuela inauguró oficialmente sus decoraciones navideñas con un formato adelantado que este año adquiere un significado particular: un país que busca proyectar normalidad en medio de crecientes tensiones con Estados Unidos.
Las calles, plazas y avenidas de Caracas ya lucen adornadas con luces, árboles y detalles festivos, mientras que autoridades indican que este adelanto forma parte de una “fórmula” con efectos positivos tanto para la economía como para la cultura, “la alegría y la felicidad”.
Sin embargo, detrás del brillo ornamental se percibe una atmósfera más sombría. El Gobierno venezolano ha denunciado un despliegue militar estadounidense como parte de una estrategia de “agresión” o intento de cambio de régimen, y ha respondido calificando estas acciones como “una amenaza cada vez con más fuerza”.
En ese contexto, Nicolás Maduro decretó un estado de conmoción externa con facultades especiales para asuntos de defensa y seguridad, según declaraciones de la vicepresidenta Delcy Rodríguez. Esta medida, aseguran, le otorga al Ejecutivo poderes extraordinarios para responder a supuestas agresiones.
La población vive este escenario con mezcla de rutina y tensión. Aun cuando muchos continúan con sus actividades diarias —trabajo, estudios, transporte—, el temor ante una escalada militar o conflictos colaterales está presente. Merlis Rodríguez, estudiante de 21 años, describe su vida como “normal”, pero admite que siente inquietud por lo que podría pasar si el conflicto se extiende más allá de Caracas.
Para otros, la crisis económica es la amenaza más tangible. Yuraima Mena, pensionista de 65 años, afirma: “El problema económico ha sido la peor amenaza que tenemos, no hay poder adquisitivo”. Subraya que sus ingresos no alcanzan para cubrir lo básico.
Pese a ello, el espíritu de celebración se abre paso: vendedores y comerciantes reportan mayor afluencia en zonas decoradas, la gente sale a comprar artículos navideños con anticipación, y las autoridades fomentan la ornamentación urbana como una vía de movilización social. Se busca que el ánimo colectivo gire hacia la festividad, incluso cuando muchos sienten que las luces no pueden ocultar las sombras del conflicto latente.


