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Corazón Palestino, amor y sangre del sur de Mérida

Jose Aviles Marín
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Por: José Enrique Avilés Marín “Pepete”

Caían las 4 y media de la tarde en martes, el olor a césped recién cortado era penetrante y avisador…las canchas del Centro de Formación “Palestino”, en el sur del periférico de la ciudad de Mérida ya estaban listas y alegres con más de 150 niñas, niños y adolescentes, provenientes de las colonias, fraccionamientos y asentamientos habitacionales de ese cinturón de familias cuya característica principal es la lucha diaria por el sustento; familias muy diversas y sencillas, pero que el factor económico de ingresos muy endebles -abajo del básico-, las hacen ser verdaderamente heroicas, pero llenas de amor y esperanza de una vida futura mejor para sus hijas e hijos; madres y padres de los más difíciles y cansados oficios como meseras, lavanderas, electricistas, cajeras y dependientes, carpinteros, albañiles, plomeros, mecánicos, servicio doméstico en casas de ricos, etcétera. Esta tarde, como desde hace muchos años, ahí estaba al frente de los entrenamientos de fútbol, mi amigo y hermano de causas, Antonio Osorio Vázquez, el creador y fundador de este singular y justo proyecto que, desde 1975, hace 47 años, ha ofrendado sus esfuerzos y sus capacidades de gestión para sostener este popular “Club Palestino” como una alternativa de salud social en esta difícil región de la ciudad capital. Cabe decirse con mucha satisfacción que más de un centenar de esa niñez y juventudes que han tenido sus bases sociales y morales en Palestino, hoy son profesionistas al servicio de su sociedad, padres de familia y hombres de bien.

Me acerqué a Toño y, sentados en unas sillas de PVC, mirando hacia los campos, contagiados del entusiasmo de los entrenadores y la niñez ahí presentes, iniciamos un repaso de las memorias, las motivaciones, las personas y amigos, también, que han hecho posible este esfuerzo que inició en la lejana década de los 70’s en la calle 56 x 75 (por el rumbo de Bomberos), pasando luego a las canchas de Villa Palmira, el parque de la colonia Dolores Otero, volviendo a Villa Palmira, hasta -incluso- en el estacionamiento (la calle, pues) de la escuela preparatoria del fraccionamiento Serapio Rendón, todo para hacer deporte con niños, niñas y jóvenes en un peregrinar de más de 10 años, hasta que, a fines de 1996, el corazón y la solidaridad del Lic. Alí Charruf, iluminaron este proyecto,otorgando el comodato y uso de estos terrenos contiguos al periférico sur (entre las salidas de la 50 y 42), y ser habilitados como canchas de fútbol  para las categorías de infantil, juvenil, menor y mayor, así como de medidas reglamentarias en categorías de fuerzas mayores, también, gracias al apoyo incondicional del gobernador, Víctor Cervera Pacheco, de ese entonces.

Los ojos de mi amigo Toño se llenaron de luz y orgullo al recordar que, también, buena parte de esos años (42 para ser justos), los equipos de Palestino han estado presentes y compitiendo en la Liga de Fútbol “Marcelino Champagnat”, donde se han cosechado toda clase de frutos, éxitos y trofeos, y que hacen de Palestino el club más antiguo de esa liga de la congregación Marista en Mérida.

Volteando a ver las gradas techadas (hay otras, también, pero sin techo), ocupadas de madres y padres que esperan el entrenamiento de sus hijos, recordamos y distinguimos que la valía social de Palestino no solo está en sus equipos de fútbol -quizás lo más conocido-, sino que, desde hace más de 17 años, en esas mismas instalaciones, los primeros días del mes de noviembre, se llevan a cabo los Concursos de Altares del Hanal Pixán , cuyo objetivo siempre ha sido el mantener viva esta tradición de la identidad cultural de nuestro querido Estado de Yucatán, propiciando con ello, la convivencia sana entre todas las familias de todas las categorías de Palestino; por cierto, contando con jurados de la más alta sabiduría en temas culturales como los ilustres cronistas, Jorge Álvarez Rendón y Ariel Avilés Marín, entre otros.

 

También, en el mes de diciembre, se llevan a cabo 2 jornadas muy importantes para inculcar y fortalecer los valores morales y espirituales de las familias de Palestino, pues hay una misa dedicada a la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre) y otra de Acción de Gracias el día de la tradicional Convivencia Navideña donde, además de piñatas,hay rifa de bicicletas, juguetes, balones, etc., y, también, se cuenta con la actuación del tío de todos los niños yucatecos, El Tío Salim (Salim Alcocer), quien realiza su actuación solidaria y amorosa, desde hace más de 25 años; así como disfrutar, con mucho cariño de ricos tacos y tortas de cochinita y lechón al horno, refrescos, etc., entre las familias.

 

Otra jornada característica y muy relevante en la salud social que promueve el Centro de Formación Palestino es, sin lugar dudas, la campaña de reforestación que cada año se ha realizado, también, desde hace más de 2 décadas, en diversas áreas verdes de colonias y fraccionamientos de este sur de la ciudad, donde todas las niñas, niños y jóvenes, en compañía de sus padres, siembran un promedio de 200 arbolitos de distintas especies; acaso otro ejemplo de inculcar valores sociales y educación ambiental a los menores.

 

Por cierto, Toño, con preocupación y conciencia, reflexiona… “en el año 2020 nos vimos obligados a suspender estas convivencias y jornadas por razones de la pandemia de COVID 19, pero que, en el año 2021, retomamos y cumplimos, con todos los protocolos y cuidados extremos”.

 

Si de algo he sido testigo y partícipe (quien estas líneas escribe), es de las tareas de asistencia social y amor al prójimo que Antonio Osorio, y las madres y padres de familia de Palestino, llevan a cabo cada año en los asentamientos y cinturones de miseria más necesitados de este sur profundo de Mérida (un promedio de 16 de éstos) y que, se intensificaron (a pesar de los riesgos) durante los 2 primeros años de la terrible pandemia, tales como el reparto de 11 mil despensas, 8 mil cobertores y 1000 fardos de láminas de cartón para aliviar las condiciones vulnerables que han enfrentado y enfrentan estos conciudadanos. No han sido pocas las ocasiones que he tenido el honor de acompañar a Toño, a doña Alice García, al Tío Salim y al payasito Alfy, en estas ejemplares entregas que suelen llevarse a cabo adosadas de pláticas para la integración familiar, cuidados de la salud y divertimentos sanos; sin embargo, es justo y merecido reconocer que, mucho de que hace posible la noble labor de Palestino, se debe a la mano amiga de personas y corazones como los de Hernán Bolio, Emilio Loret de Mola (padre e hijo), Trino Molina, Juan Arrigunaga, Enrique González, Luis Medina, Raúl Ancona, Miguel Eljure, toda la familia Abraham, Alfonso Pereira y que, incluso, algunos ya están en el cielo; lo cierto y noble es que, afortunadamente, hay almas y seres humanos, cuya calidad de conciencia y amor, se patentiza en la labor de mi amigo Toño y Palestino.

 

Por eso, por todo lo que hemos platicado esta tarde de agosto, la brisa que ahora sentimos en estos campos, la algarabía de gritos por el deporte de estas niñas, niños y adolescentes, los diversos e infinitos tonos del color verde de los árboles y arbustos que arropan a este faro de luz del sur de Mérida, el Centro de Formación Palestino, llevan mucho corazón y sangre de la buena, de la mejor.

 

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