Por Marco Antonio Cortez Navarrete
Durante mi trayectoria en la oficina de prensa —hoy coordinación de comunicación institucional— de la Universidad Autónoma de Yucatán, según mis cálculos, redacté más de seis mil comunicados de prensa —además de mi labor en radio y TV UADY—. Los comunicados, en un principio, eran fotocopiados para su distribución en las redacciones de periódicos y noticieros de radio y de televisión.
En los también llamados boletines siempre plasmé el acontecer cotidiano de la institución en las áreas de la docencia, la investigación y la difusión de la cultura (funciones sustantivas de la universidad) así como acciones de vinculación con los sectores productivos, especialmente cámaras empresariales de la localidad y organizaciones y dependencias de otros gobiernos estatales y federal.

Los resultados de todo lo anterior se distribuía en sobres tamaño oficio donde se colocaban debidamente; los sobres y las hojas tenían el escudo de la UADY como símbolo de su autenticidad y veracidad de los contenidos que había en su interior; textos que traducían en muchas ocasiones los lenguajes técnicos de áreas complejas del conocimiento buscando una fácil lectura y comprensión para los medios y sobre todo para los lectores en general.
En un principio, para esta labor, años ochenta del siglo pasado (cuando la UADY obtuvo su autonomía) los reporteros de prensa, José Coll Cárdenas y un servidor utilizábamos máquinas de escribir que hoy adornan museos o muchas más se convirtieron en basura o siguen arrumbadas en almacenes. Me refiero a las legendarias máquinas mecánicas para escribir “Olivetti”, esas mismas donde apoyado por medio de un rodillo colocabas y centrabas tu papel precisabas los márgenes y procesaba lo que hoy es historia pura.

Algo fundamental es que en los sobres además de las hojas con los textos siempre había un juego de entre 3 y 5 fotografías en blanco y negro, procesadas en el laboratorio de revelado que era territorio sagrado para don José Marcial Regino Heredia Gamboa, alias “El bugs”, para quienes lo conocen dentro y fuera de la UADY.
Los sobres con los comunicados y las fotografías se repartían a caminando, si, leyó bien/ caminando, y lo hacía esta Antonio “Tony” Valle, el estafeta de la oficina de prensa que gracias a su excelente condición física —beisbolista de Maní— los envíos llegaban a sus destinos en tiempo y forma, al día siguiente veríamos en los periódicos la publicación y escucharíamos por la radio o la televisión la lectura a veces integra de lo difundido.
Estimados lectores, el propósito de este nuevo relato de un servidor es recordar que lo que hoy hay y tiene la UADY no es obra de la casualidad, no cayó del cielo y tampoco fue gracias al Espíritu Santo. Costó, y costó muchísimo trabajo, esfuerzo y sacrificios ir generando espacios en los medios de comunicación para la difundir el quehacer de la casa de estudios.
Hubo gente que se entregó en alma, vida y corazón, que caminaba todos los días o que se encerraba horas en un laboratorio fotográfico o redactaba una y otra vez las historias universitarias, sin horarios, menos horas extra y ni pensar en la palabra compensación; además sin tener o pedir vehículos oficiales para el trabajo y si en cambio aportar el tuyo con la promesa de que la gasolina te sería repuesta mediante vales, sabíamos que en muchas ocasiones era simple retórica pero no importaba, trabajábamos con gusto, con placer, porque el premio estaba en el impacto mediático de lo que hacíamos.
Con una simple pluma, un block hecho con papel reciclado, y si nos iba bien con un block de taquimecanógrafía salíamos a buscar las historias que necesitaban trascender y ser del conocimiento de la comunidad. Al principio no había vehículo. Nos movíamos en moto, a pie, y en vehículos prestados hasta que llegó el rector Alvaro Mimenza Cuevas y nos hizo justicia asignando las condiciones necesarias para laborar.
Para esta odisea, así como la de Ulises, siempre conté con el apoyo y amistad de Marcial Heredia, quien todos los días de la semana, en vacaciones y fechas inhábiles estuvo con un servidor al pie del cañón. Acudíamos a escuelas preparatorias, facultades y centros de investigaciones, cámaras empresariales, sectores públicos, etcétera para dar la debida cobertura a las actividades que merecían ser del conocimiento público.
Cierto es que tanto Marcial como yo, en aquella época, teníamos caracteres sólidos y definidos pero en todo momento anteponíamos nuestro trabajo, nuestra responsabilidad y desde luego nuestra universidad.
Fueron también decenas, por no decir centenas de ocasiones que nos trasladábamos a lugares lejanos —municipios del interior, estados aledaños y esto sin un peso para la comida— sin embargo, esto no nos desanimaba e impedía darnos el lujo de comer en múltiples fondas, tiendas y hasta lujosos restaurantes. Claro, la cuenta la pagábamos entre los dos y a veces se rifaba.
Con los años llegó la tecnología e inició la facilitación del envío de información a medios de comunicación, las máquinas de escribir mecánicas se convirtieron eléctricas y después en computadoras. El revelado de fotografías pasó de blanco y negro a color y ser enviadas por correo electrónico. Todo se facilitó, la inmediatez se convirtió en sinónimo de trabajo exprés.
Con los años, Marcial se jubiló y aprovecho este momento para enviarle un abrazo esperando esté disfrutando de tantos años de trabajo y de sacrificio para beneficio de su familia y también deseo esté bien de salud, ya que a final de cuentas es lo más valioso e importante que tenemos en la vida.
Al irse el famoso “Bugs” llegó Abelardo Pérez Caballero, experto en manejo de tecnologías y que con el tiempo se convirtió también en un excelente y experimentado fotógrafo (ya con modernas cámaras Canon o EOS con wifi). El trabajo de Abe es por todas y todos reconocido.
Escribo esto con dos objetivos. El primero, para mostrar que los avances alcanzados en el área de comunicación institucional no fue de la noche a la mañana, su proceso inició en 1981 y de esa fecha hasta que me jubilé de la casa de estudios en 2016 se emplearon miles de horas de trabajo y de sacrificio para alcanzar los objetivos deseados y salir adelante, picar piedra para colocar los cimientos. Y el segundo motivo es recordar a un viejo amigo y compañero que compartió conmigo en las buenas y en las malas y que juntos logramos abrir muchas puertas en medios de comunicación para que el quehacer universitario trascienda y sea del conocimiento de toda la sociedad.
Marcial, fuiste el único que se dio el lujo de “mover” a los integrantes del Consejo Universitario y decirte que este artículo lo hice para que leas, recuerdes y disfrutes. Por otro lado les digo a las y los jóvenes y por qué no, también a las personas adultas que no se olviden ser felices.
El dinero va y viene.
La vida, no.
Hasta la próxima