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Este es el momento decisivo para acelerar la transición energética.

Raul Monforte González
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Columna: “Construyendo”, por: Raúl Asís Monforte González. 10 de mayo de 2025.
La ventana de oportunidad para evitar un colapso ambiental se estrecha cada día. La ciencia es inequívoca: si no
reducimos drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2030, nos arriesgamos a
desencadenar puntos de no retorno climáticos con consecuencias humanas y económicas catastróficas. Para
generar el mayor impacto en el menor tiempo posible, debemos enfocar los esfuerzos en tres palancas clave: la
descarbonización del sector eléctrico, la eficiencia energética masiva y la movilización de capitales a gran escala.
El primer paso es sustituir cuanto antes plantas de carbón y gas por renovables de bajo costo, como solar, eólica, y
geotermia, apoyadas por almacenamiento de baterías y gestión inteligente de la demanda. Gobiernos y empresas
deben acelerar permisos, simplificar trámites y promover las subastas verdes, garantizando un crecimiento
exponencial de capacidad limpia antes de 2030. Si así lo hacemos, reduciremos de inmediato alrededor del 40 por
ciento de las emisiones globales de CO₂ vinculadas a la electricidad.
Cada kilovatio hora ahorrado cuenta. Invertir en edificios de consumo casi nulo, en electrificación de procesos
industriales y en flotas de transporte limpias, ya sea eléctricas o de hidrógeno, puede recortar hasta un 30 por ciento
adicional de emisiones en la próxima década. Incentivos fiscales, estándares mínimos y programas de formación
técnica acelerarán estas mejoras, creando además empleo local y competitividad.
El capital privado y los sistemas financieros globales deben reorientarse, para retirar gradualmente fondos de
proyectos fósiles y redirigirlos a infraestructuras verdes. Mecanismos como los bonos de impacto climático, los
créditos de carbono de alta integridad y la reformulación de las reglas bancarias, tal como propone el Glasgow
Financial Alliance for Net Zero, pueden movilizar billones de dólares. Este gran cambio de cartera es tan urgente
como complejo, y requiere coordinación internacional.
El papa Francisco, cuya encíclica Laudato Si (2015) es un referente moral y práctico, sigue después de su partida
recordándonos el deber ético del cuidado de la creación. El paquete de incentivos del Inflation Reduction Act en
EE. UU. (2019) demostró cómo las políticas públicas pueden catapultar la inversión limpia. Ahora, bajo la
administración Trump, el riesgo de retrocesos favoreciendo a combustibles fósiles es patente; la vigilancia
ciudadana y legislativa será crucial para que no se detengan estos avances.
En contraste, China, responsable de cerca del 30 por ciento de las emisiones globales, ha reiterado su ambición de
alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2060, lo que podría convertirse en el motor más potente de reducción
real de emisiones si traduce sus compromisos en acciones concretas. En Canadá, la llegada de Mark Carney al
liderazgo político trae la promesa de reforzar las finanzas verdes, aunque deberá afrontar un nivel de emisiones per
cápita muy elevado y revisar la dependencia de los hidrocarburos.
México, con su mezcla de riqueza petrolera y el potencial renovable, tiene un doble reto: hacer compatible el
crecimiento económico con metas de descarbonización. Para ello, debe modernizar su red eléctrica, abrir más
espacio a inversiones privadas en renovables, acelerar la adopción de vehículos eléctricos y empoderar a estados y
municipios para diseñar sus propias políticas climáticas. Además, la diplomacia energética con EE. UU. y Canadá
será imprescindible para asegurar cadenas de suministro resilientes y acceso a financiamiento.
La gran apuesta es clara, unir presión social, voluntad política y músculo financiero para propulsar renovables,
eficiencia y finanzas verdes a una escala sin precedentes. Cada medida cuenta, pero es la suma global, inmediata y
coordinada la que definirá si cruzamos el umbral hacia un planeta habitable o si, por olvido e inacción, condenamos
a generaciones futuras a pagar un precio incalculable

Raul Monforte González
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