Muy probablemente, comparto contigo, amigo/a lector, años de observar, intentar, compartir, participar, fallar y perseverar en causas o momentos que podríamos considerar cívicos o de causas sociales o ciudadanas. Y al cabo del tiempo, acciones y reflexiones ¿qué resulta? ¿qué tenemos para afianzar el siguiente paso o decidir si nos volvemos a involucrar o no?
La frustración en una intentona está en función del grado de motivación que teníamos porque esta vez sí sucediera y del esfuerzo dedicado a procurarlo. Y no estamos solos, estoy convencido de que miles de conciudadanos/as pasan por lo mismo y afirmarían que han deseado y luchado por algo que debería ser de interés de muchos, sin tener evidencia de que en los hechos lo sea y acabamos pensando que estamos gritando en el desierto o peleando contra la pared.
En las charlas, reales y virtuales, sobre abundan afirmaciones de lo que deberíamos estar haciendo y del desinterés ciudadano por hacerlo. Apropiarnos de nuestros espacios públicos, cuidar nuestras calles, hacernos de la seguridad para nuestras familias y pertenencias, exigir la rendición de cuentas y la administración pública honesta, reducir las imposiciones, la burocracia, la indolencia de las instituciones, asegurar la educación pública que requieren nuestros hijos, contener la escalada de costos de todo o al menos de lo básico, hacer que sea segura la seguridad social, contar con oportunidades para todos, cuidar el planeta, ¡la paz mundial! Creo que ya exageré…
Además del alivio que da desahogarse y del consuelo que da ver que nuestro mal es de muchos, comparto los tres ingredientes que a estas alturas detecto que hacen la diferencia entre la frustración solitaria y la participación de un colectivo en un asunto que beneficie a un grupo o comunidad. Lo centro en el tema de la Participación Ciudadana, que es el asunto en el que hoy me desempeño, pero igual considero aplica al interior de nuestra familia, en nuestro grupo de estudio, amistad o trabajo y en diversos otros espacios donde personas diferentes tenemos logros por alcanzar en común, en unidad; en comunidad.
La Participación Ciudadana sólo puede ocurrir y alcanzar con ella resultados de impacto si se conjugan la presencia de ciudadanos, la coincidencia de intereses y un mecanismo efectivo de asociación. Paso a ir más allá de lo obvio…
Ser ciudadano va mucho más allá de la edad y la ocupación, refiere, como en la antigua Roma a los cives, las personas que por ser del lugar tenían derechos y se involucraban en pleno y permanentemente con su localidad, a diferencia de los peregrini que sólo estaban de paso y con intereses utilitarios, y a diferencia de otro tipo de gente a quienes no se les reconocía derechos y por tanto no estaba en sus manos hacer nada por lo que ocurriera a su alrededor. Ser ciudadano/a es sentirse involucrado con el lugar a donde realmente sientes pertenecer, asumir que no sólo tu casa, sino la calle, los espacios públicos, las instituciones y la vida en comunidad te pertenece, para componer lo que esté mal y para disfrutar lo que esté bien en todos esos lugares. Ser ciudadano/a implica reconocer como iguales en derechos y respeto a los otros que también son de allí. Es lo que mi hijo a los cuatro años bien decía: ser CUIDADANO, un cuidador de lo que a todos pertenece.
Respecto a los intereses se suele calificar a la palabra de mezquina o deplorar que a los demás no les interese “lo que debería”. Lo cierto es que rara vez iniciamos una conversación escuchando sin juzgar los intereses de nuestros interlocutores o exponiendo con naturalidad los nuestros, y validándonos que lo espiritual, lo social, lo familiar, lo personal, lo anímico, lo económico, el placer, el entretenimiento y cualquier otro son intereses que merecen respeto y todos tenemos en diferentes momentos. Tener un interés común es poner en la mesa un mismo asunto de entre aquellos que a cada cual importa y reconocer como válidos los motivos que pueda tener cualquiera de los/as participantes. Error frecuente, personal e institucional, es tratar de establecer aquello en lo que otros/as deben interesarse y, peor aún, definir las motivaciones válidas y las cuestionables.
Para el tercer ingrediente empecemos por dejar claro lo que NO es un mecanismo efectivo de asociación. Darle like a una publicación, vociferar en monólogo, increpar espontáneamente a un funcionario, usar un micrófono 10 minutos para desahogarse cuando se ofrece la oportunidad de preguntar algo en una conferencia, escribir un insulto, pensar horrible de algo o alguien o decirle a quien parezca escucharnos lo que pensamos que está mal o debería pasar… no son formas de asociación efectiva. Asociarse requiere disponer de común acuerdo, o en atención a una convocatoria clara y voluntaria, un tiempo, un lugar para iniciar un diálogo y un plan de acción; y luego una forma de mantener la asociación hasta alcanzar el objetivo que le dio origen.
La Participación Ciudadana tiene como fórmula una combinación de estos tres elementos. Digamos que podemos tener éxito en una empresa colectiva ciudadana, social, comunitaria, familiar o colegiada si: ciudadanos/as (personas que se asumen parte de lo mismo, se valoran y se manifiestan involucrados, conversan sus intereses hasta hallar uno común (expresando honestamente, escuchando atentamente, sin juzgar y validando los motivos de cada cual) y acuerdan un tiempo, un lugar y un modo de accionar juntos/as (atendiendo a lo que SÍ están dispuestos/as a compartir y dedicar). Los logros, entonces sí, ya sólo dependerán de sus capacidades y de la efectividad y eficiencia de sus acciones.
El problema no es que haya muchos malos, sino que los buenos no nos ponemos de acuerdo para hacer lo bueno de buena manera…
Consejero Electoral del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Yucatán
Doctor en Ciencias Sociales y Doctorante en Derechos Humanos.
Maestro en Psicología y Licenciado en Derecho.
Presidente 2011-2014 del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán
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