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¡Niñas y Niños Primero!

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

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¡Niñas y Niños Primero!
Empezar por el Principio

Ya encarrerados en el asunto de los juegos y estando en el mes donde cae el Día del Niño, vamos a seguirle por allí; ya que pasamos del día al mes completo (gracias queridos/as comerciantes) y del género a la clasificación en niños, niñas y adolescentes.

¡Niños y Mujeres Primero! Era el grito que antes caracterizaba el hundimiento de un barco, en el cine y la televisión; pues a mí no y supongo que a pocos les tocó vivirlo (o sea, sobrevivirlo) y definitivamente el sentido era que quien tuviera menos probabilidad de sobrevivir fuera quien lo gritaba.

En esa escenificación, que seguramente sí tuvo decenas de casos reales, tenemos uno de los ejemplos de cómo las frases comunes no necesariamente corresponden con las interacciones cotidianas o simplemente se mantienen en un nivel abstracto, que no guía lo que ejecutamos cuando estamos en posibilidad de aplicarlas. Parecería entonces estar reservada para momentos de crisis o peligro.

Las mujeres algo están logrando para pasar de la frase a los hechos, las leyes y las costumbres en construcción. Tienen la edad, capacidad y ruta para hacerlo y algunos hombres ya empezamos a actuar en el mismo sentido; por ello hoy me concentró en el otro sujeto de la frase.

Las clases iniciales de historia y sociología dejan ver que hubo épocas en las que los niños prácticamente no existían a la vista de la sociedad, en parte por la fragilidad de la vida en esos tiempos. En nuestro querido Yucatán aún subsiste una frase que lo refleja bien, y que a las/os extraños les resulta inexplicable que se mencione con naturalidad. Cuando se visita a alguien que tiene un recién nacido/a, además de todas las amabilidades, obsequios o parabienes se suele dirigir al bebé la despedida al mencionar “que lo conserven”; deseo que hoy no coincide con la alta probabilidad de que así sea, pero en un pasado las estadísticas hacían de ello una oración poderosa de buenaventura.

En la modernidad se empezó a visualizar a los menores de edad como punto de análisis (pues al fin se entiende que llevan el germen del adulto) y atención (pues representan un mercado del enorme potencial hoy actualizado), pero el tema de sus derechos avanzó muy lentamente, precisamente por su ausencia natural de los espacios en los que pueda escucharse o importar su opinión y sentir.

Quienes andamos arriba de los 50 hemos visto ocurrir un giro cada vez más rápido y todavía cuestionable que a muchos/as nos permitió ser protagonistas del rol de hijos totalmente a merced de nuestros padres y hoy padres totalmente a merced de nuestros hijos. Es una exageración, pero que a muchas casas y vidas no les resulta tan caricataturesca.

Y fue en esa transición, o a causa o como víctima de ella, que la ausencia de derechos brincó al extremo de incluso quedar como principio constitucional el interés superior de la niñez (abarcando a niños, niñas y adolescentes).

Como padres de hoy, en el fondo por lo menos, estaremos completamente de acuerdo y, de hecho, probablemente ya éramos partidarios de que así fuera. Más allá de la frase heroica del sacrificio, la naturaleza de nuestra función, la entrega a ese rol y nuestras emociones cotidianas nos ponen a la mayoría en la disposición de procurar lo mejor que podamos para ellos/as.

El punto es que ni los abogados/as, ni los legisladores/as (menos), ni muchos padres, maestros y agentes sociales adultos hemos transitado el camino de entender, puntualizar y cumplir el famoso: darles lo mejor. No hemos entendido: porque es complicado y los textos de la ley no ayudan mucho, o incluso dificultan la labor por su léxico y porque rara vez se aplican. No hemos puntualizado: porque el ritmo de la vida no da espacio para ello, así que lo que parece prioritario hoy lo es situacionalmente y atendiendo a nuestros recursos. Y no hemos cumplido: porque, al no entender ni puntualizar, hacemos realmente lo que podemos, sin mayor confirmación, sin certeza, y cobijándonos en nuestra romántica idea de que lo que finalmente hacemos es “lo mejor para ellos, porque lo hicimos de corazón” (cuando de corazón lo hicimos).

He explicado antes que la labor parental tiene como sello la incertidumbre, por ser realizada con los recursos que contamos del pasado (formación, aprendizaje limitado, preconcepciones); necesariamente en un presente que cambia semana a semana, haciendo que el hijo/a al que conocemos hoy, pronto ya sea otra persona a la que empezamos a conocer en su nueva etapa y ante la cual requerimos seguir actuando lo mejor posible; y cuyo resultados sólo se conocen en el futuro (que muchas veces dista en años y tememos que será más difícil y hasta adverso para ellos/as).

Por ello creo de utilidad procurar algo de certeza, tomándonos unos minutos para entender y puntualizar un tema en el que sí podamos decidir actuar con mayor enfoque y efectividad, si queremos hacerlo. ¿Cuáles son los derechos de los niños y cómo se traducen a prioridades, acciones, cambios en casa y en la convivencia y decisiones para ellos/as?

En tratados internacionales de hace décadas, en los discursos tan escuchados, en los planteamientos de instituciones e incluso recientemente en el texto de nuestra constitución se expresa como esto: “En todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos”.

Si se estuviera hundiendo el barco, el grito de “los niños/as primero” bastaría para cumplir tal principio: “a como dé lugar se salvan, si hay que escoger a quién salvar”. El problema en la vida normal es que los niños aun si hay una sola lancha y les subimos primero y a nadie más… no todos los niños/as saben remar u orientarse en el mar; el lugar más cercano puede no ser el que les permita dar sentido a su supervivencia; otras personas que sobrevivan no necesariamente les verán y tratarán como hijos/as y existen diversas posibilidades negativas adicionales, y así…

Jueces, abogados y hasta algunos funcionarios/as intentan darle aterrizaje a este concepto y eventualmente lo logran parcialmente, pero lo más cercano a ello es como: “Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a que se les asegure de manera prioritaria (antes que a los adultos) el ejercicio pleno de todos sus derechos, para tal efecto siempre se considerará su interés superior”. Sirve, pero sabemos que ni remotamente es una práctica habitual que a persona alguna se le asegura el ejercicio pleno de sus derechos. Al menos con ello podemos saber que, si hay que optar, el derecho del adulto se pospone.

Ya materializado en casa, los padres lo sabemos en casos como: quién se come lo mejor o lo que hay, si no alcanza para que todos comamos a saciedad; a quién se le compra ropa o útiles, si no hay para comprar todo lo que todos necesitamos. Pero también queda el espacio para dudar si lo que se ponga en la mesa es lo que pida el niño/a o lo que crea el padre/madre o lo que indica el libro de nutrición; así como si esos útiles y ropa tienen que ser de una escuela privada a costa de la privación de otras necesidades en la familia.

Cuando la casa entra en crisis, parece haber unanimidad en asumir que los hijos/as estarían mejor con la mamá, en la casa que siempre han vivido y siendo el padre responsable de dotarles de recursos en un porcentaje que un juez puede embargar y con acceso a convivencia que solamente se indica, pero no es necesario asegurar. Caso a caso vemos confirmaciones y excepciones de esa visión o de la pertinencia de alguno de esos elementos, pero que raramente son analizados con seriedad desde la perspectiva de los hijos/as y con el compromiso obligatorio de cumplir centrado en ellos/as y no en las rencillas y venganzas entre la pareja y los recovecos de la ley que los abogados/as sepan andar.

Creo que, en lo que nuestra comprensión mejora y crece nuestra disposición a atender de manera más efectiva a ese principio, sirve saber los derechos y luego con ellos en mano procurar pláticas honestas y continuas con quienes en casa tienen que ver con que se cumpla la finalidad real: que estemos mejor como familia, que seamos un grupo en el que se pueden nuestros hijos/as desarrollar sana, integral y positivamente.

Me cuenta Melissa (9 años) que en las clases han estado hablando de sus derechos y que todo iba muy bien hasta que un compañero saltó con el “derecho a ser un gamer”… tema que aproveché para esta nueva conversación con ellas. Ojo, los esquemas que nos dan las instituciones y los tratados y leyes responden en parte a lo que personas sensatas y bien intencionadas han analizado, pero no dejan de ser académicas y extraídas parcialmente de contextos extremos en regiones del país y el mundo con las que regularmente no tenemos contacto. Y responden también a redacciones e inclusiones que tienen que ver con la aceptación de la política nacional en el contexto internacional. Y con ello se alejan, entendible pero lamentablemente, de darnos instrumentos más cotidianos.

En ese contexto mundial y complacencias documentales locales es que resulta que hay quien cree que los derechos humanos dependen de que se vayan escribiendo y que basta con escribirlos para que tengan sentido y (pfffff) para que ya contemos con ellos. Así es como ya es un derecho humano circular en bicicleta y el derroche de millones y millones de impuestos en algunas vías, que se usan poco y obstaculizan mucho, cumple a cabalidad con tal derecho.

Bueno, en el caso de derechos de niñas, niños y adolescentes se plantea una lista de 20, sobre los cuales dejo aquí mi primera apreciación sobre los que son más importantes de atender en cualquier casa, a reserva de que sí hay contextos en los que otros son muy relevantes, pero empecemos por lo básico y común. A ver si podemos avanzar un poco en casa, hoy y bien.

Incluyo sólo el texto que veo inicialmente relevante y que puede guiar a padres a actuar o a exigir el apoyo para actuar en bien de los derechos de sus hijos/as. Digamos que es una licencia de escribirlo como acciones que debemos realizar como padres/madres. Puedes buscar la lista completa en la página de la CNDH y muchas más.
I. VIDA …procurarles disfrutar de una vida plena en condiciones acordes a su dignidad…
II. PRIORIDAD …darles prioridad en cuanto a protección y socorro ante cualquier eventualidad, así como ser atendidos antes que cualquier adulto en todos los servicios.
III. –
IV. VIVIR EN FAMILIA …asegurar que vivan con su familia, no ser separados de las personas que ejerzan la patria potestad; si la familia se separa, mantener contacto con sus familiares de manera regular.
V. IGUALDAD SUSTANTIVA … exigir a las autoridades eliminar los obstáculos para la igualdad de acceso y oportunidades a la alimentación, educación y atención médica.
VI. –
VII. CONDICIONES DE VIDA … proveerles un medio ambiente sano.
VIII. VIDA LIBRE DE VIOLENCIA … resguardar su integridad personal, eliminar toda forma de violencia hacia ellos/as, impedir que la reciban de cualquier otro lado.
IX. SALUD …dar o exigir para ellos/as atención médica de gratuita y de calidad.
X. –
XI. EDUCACIÓN … asegurar que sea de calidad.
XII. DESCANSO … tengan tiempo de descanso, esparcimiento y juego.
XIII. –
XIV. LIBERTAD DE EXPRESIÓN … toma en cuenta su opinión respecto de los asuntos que les afecten directamente.
XV. PARTICIPACIÓN … haz que participen en asuntos familiares, escolares y comunitarios.
XVI. REUNIÓN … facilita que se reúnan con otros/as.
XVII. INTIMIDAD …amerita un análisis aparte, pero por lo pronto asegura que puedan contar con intimidad personal y se protejan sus datos personales.
XVIII. –
XIX. –
XX. TECNOLOGÍAS …acceso a las tecnologías de la información y comunicación.

La invitación es a que uses tiempo en conversar con ellas/ellos sobre estos temas, tomes ideas que te permitan revisar y atender de mejor manera estos derechos y generarles la conciencia y autosuficiencia para que los ejerzan. Sobre eso, cómo hacerlo y cómo evitar que se desvirtúen como lo del gamer y lo de tener “ciclo pistas” podemos conversar, escríbeme y vamos ahondando en lo que como padres podemos hacer y mejorar.

Dejo para posterior comentario el enorme tema de las obligaciones o responsabilidades. No es por evitar, ni porque no tengan conexión, sino porque esas están peor planteadas y más distantes de ser adecuadamente asumidas, no sólo por nuestros hijos/as, sino por la gente en general. Es difícil asumir y más aún ejercer derechos, pero las obligaciones rara vez se visualizan como parte del andamiaje ciudadano, sino que se eluden o reclaman desde la moral personal, se lamentan o evaden desde la coercitividad del gobierno y se vuelven memes o likes desde la vanalidad cotidiana. Pero sí podemos también entenderlas, puntualizarlas y formarlas, vamos paso a paso.

Termino con lo que Clausy y Melissa (mis hijas, 12 y 9 años) opinaron frente a las preguntas para enfocar lo antes dicho y confirmo que en todas las casas hay mucho por hacer.

Afirman ellas que los derechos de las niñas son: tener una familia, un hogar, la alimentación y la educación. Piensan que son formas que tienes que cumplir para tener una vida más agradable. Que los tienes desde el primer día que naces y sin ellos habría mucho caos. Son algo que ayuda para la buena convivencia.

Creen que se tienen de por sí y nadie te los puede quitar, sólo tienes que nacer y hacer tus obligaciones: ir a clases, dormir a la hora, comer todo lo de la mesa, poner atención en la clase, ayudar a mantener bien la casa. Por ejemplo, tu derecho es jugar, pero luego debes recoger todo lo que usaste, para que tengas todo ordenado y te vaya bien, si no la casa sería mucho caos.

Las niñas a las que no les cumplen sus derechos puede ser que cuando crezcan tampoco se los cumplan a sus hijos. Y el mensaje que darían a todos los papás del mundo:

“Tienen que ser buenos, cuidar bien a sus hijos”.

Dignas herederas de mi Psicología del Hilo Negro y buena forma de evitar esperar a que se esté hundiendo el barco para asegurar que ellas sean lo primero.

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*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Presidente de la Asociación Mexicana de Especialistas en Adolescentes, A.C.
Representante en Yucatán de Nosotrxs por la Democracia, A.C.
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.

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