La Revista

No tiene la menor importancia llamarse Arturo

Aída López Sosa
Aída López Sosa
Sígueme en redes sociales:

Por: Aida Maria Lopez Sosa.

“El cine es un espejo pintado”. Ettore Scola. Director de comedia a la italiana.

Con
los Santos Difuntos, la huesuda se llevó
al gran calavera Arturo de Córdova el 3 de noviembre de 1973. De padres
cubanos, nació en Mérida, Yucatán, donde vivió los primeros siete años de vida
escolar en la Escuela Modelo, antes de afincarse en Estados Unidos y posterior
en Argentina, para culminar sus estudios e iniciar su vida laboral. Su galanura
bohemia, con aire de informalidad, pero intensamente seductor, hizo que divas
de la pantalla grande como de la vida real, terminaran rendidas a sus encantos.
Su orientación sexual fue cuestionada, al correr la versión de que la actriz
Lupe Vélez se había suicidado estando en cinta de él, cuando lo encontró en su
cama con el hombre que era su pareja tras un arreglo para justificar su
embarazo, ya que él aún estaba casado. Sin embargo, la supuesta bisexualidad no
disminuyó su imagen de galán encantado y hombre de mundo. Su voz aterciopelada
y los personajes de carácter que interpretó, daban cátedra de actuación.

A
diferencia de la importancia de llamarse Ernesto, llamarse Arturo no tenía la
menor importancia, aunque el apellido sí. Fue a instancias del cronista de cine
Roberto Cantú Robert que cambió su nombre de pila: Arturo García Rodríguez por
el aristocrático Arturo de Córdova. A partir de entonces los créditos se revistieron
de abolengo en: “Las tres perfectas casadas”, “Mi esposa y la otra”, “A media
luz los tres”, “Mi esposa me comprende”, “Él”, entre cerca de un centenar de
películas rodadas en locaciones de Venezuela, Brasil, España, hasta llegar a
Hollywood. La famosa frase: “No tiene la menor importancia”, la comenzó a
pronunciar sin la conciencia de la asociación que más adelante tendría con su
personalidad. La primera vez que la dijo intencionalmente fue en la obra de
teatro: “Mi esposa y la otra”, cuando su esposa en la vida real y teatral,
Marga López, le reclamó llegar tarde y con marcado desparpajo le contestó: “No
tiene la menor importancia”.

Una
de sus películas que traspasó el ámbito cinematográfico para convertirse en
objeto de estudio, fue la que interpretó en la adaptación literaria
autobiográfica: “Él”, de la escritora española Mercedes Pinto y dirigida con el
mismo nombre por Luis Buñuel entre 1952 y 1953 en los estudios Tepeyac. Un retrato en blanco y negro de la moralidad
burguesa que tanto criticó Buñuel en sus filmes. El psicoanalista francés
Jacques Lacan, analizó el personaje de Francisco Galván de Montemayor con sus
discípulos, ya que Arturo de Córdova -perfecto caballero cristiano-
representaba a cabalidad la personalidad del celópata, en quien las pasiones
del alma se develan y proyectan. Décadas atrás, Sigmund Freud había recurrido a
la creación literaria para aplicar el psicoanálisis en su ensayo: “El delirio y
los sueños en la Gradiva” (1907), a partir de la novela: “Gradiva. Una fantasía
pompeyana” (1902) -la que camina- del escritor alemán Wilhelm Jensen. Freud analizó
los sueños que nunca fueron soñados, pero que emergieron de la invención y
fantasía del escritor, quien bautizó a su personaje mitológico para
protagonizar su novela. Una simbiosis entre la literatura, el cine y la
psicología.

“Él”,
producida por Ultramar Films, con guion de Luis Alcoriza y Luis Buñuel,
dirigida por este último, ronda en las obsesiones del español: la religión y el
fetichismo por los pies y zapatos. Ambos elementos inician la película en una
suerte de presagio, cuando en medio del lavatorio de pies de los apóstoles un
jueves santo en la iglesia, Francisco Galván de Montemayor advierte los pies de
una mujer que se encuentra sentada en la primera fila, Gloria -Delia Garcés-,
nombre intencional, ya que el paraíso conducirá al infierno de los amantes por
la patología de “él”.

Una
de las coincidencias de esta película de 1953, es que el mismo Arturo de Córdova
había debutado veinte años atrás, como el tercero en discordia en la película
dirigida por su descubridor, el ruso Arcady Boytler: “Celos” (1935),
compartiendo créditos con Fernando Soler y Vilma Vidal. En “Él” sentiría en
carne propia con Raúl y con otros más, lo que padeció el doctor Armando Toscano
cuando creía que su alumno Federico había seducido a su mujer. Solo los pies de
Gloria podrán calmarlo para luego escalar en una paranoia sin fin. Una suerte
de karma cinematográfica. Una de las escenas más perturbadoras es cuando en total
enajenación entra a su recamara con hilo, aguja y navaja de afeitar donde ella
reposa en la cama, dejando a la interpretación del espectador si le coserá la
vagina o le practicará la ablación. Aunque la trama no fue taquillera, logró
permanecer por dos semanas en las carteleras de los cines Lido, Mariscala y
Chapultepec, gracias a Arturo de Córdova. En la actualidad es considerada por
los expertos, la séptima de cien de las mejores películas del cine mexicano.

Arturo
de Córdova en su vasta filmografía, solidificó su carrera matizando a los
personajes con rasgos de intimidad, fue capaz de profundizar en su psicología y
mostrar las influencias de los sucesos cotidianos en la personalidad, que si
bien no tenían la menor importancia en una psique sana, en una perturbada podía
hacer que emergiera el ID, la parte primitiva del ser humano.

Aída López Sosa
Aída López Sosa
Sígueme en redes sociales:

No quedes sin leer...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo último