La Revista

Mar y tristeza

Jessica Saiden Quiroz
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Por: Jessica Saidén Quiroz.

Miró
por sobre el mar y ahora se dio cuenta de cuán solo se encontraba. Pero veía
los prismas en el agua profunda y oscura, en el sedal estirado adelante y la
extraña ondulación de la calma. Las nubes se estaban acumulando ahora para la
brisa y miró adelante y vio una bandada de patos salvajes que se proyectaban
contra el cielo sobre el agua, luego formaban un borrón y volvían a destacarse
como un aguafuerte; y se dio cuenta de que nadie jamás está solo en el mar.

Este es un fragmento de la novela
El Viejo y el Mar del legendario
escritor Ernest Hemingway, un emotivo relato cargado de simbolismo, una mezcla
de sentimientos alrededor de la muerte, el cariño o la nostalgia, la eterna
batalla del ser humano en contra de las adversidades, el poder de la voluntad y
la importancia de la dignidad humana.

La mar, esa formación etérea,
impasible y errante, formación dadora de vida y esperanza, a la cual hay que
tener siempre respeto, me decían mis abuelos…”hay que cuidarse de ella, porque
así como da, también quita”.

Con mi familia he vivido toda una
vida junto al mar, admirando su terso oleaje, su movimiento transitorio y la
dulzura de su ritmo, nunca deja de ser ella, permanece siempre viva,
estimulando nuestros sentidos, acompañándonos en nuestro caminar.

En ocasiones, observo muy
temprano en las mañanas en las suaves arenas de sus coyunturas, la llegada de
quienes, desde la madrugada se embarcan a las profundidades oceánicas, buscando
en la naturaleza, la vida.

Contemplo a esos pescadores
inertes ante las inclemencias del desvelo obligado, cuya piel está marcada para
siempre por el legado de muchas generaciones, arriesgando su vida por el
propósito de encontrar en el mar las bondades que ésta ofrece.

Ante su inmensidad, los
pescadores encuentran en el silencio, la esperanza de todos los días, transforman
un riesgo en oportunidad para ellos y sus familias; esas familias que esperan
todos los días su regreso a casa.

Las últimas horas han sido
desafiantes, difíciles y complejas, porque, nuevamente, un joven pescador de
apenas 32 años, y oriundo de nuestra costa, dejó la vida en el mar, ¡cuántas
veces hemos repetido la misma tragedia!

Padre de familia, miembro de la
comunidad e hijo de una persona muy querida para nosotros, este novel buzo dejó
su existencia corpórea ante la des-comprensión, cuyos efectos son implacables
si no son atendidos con oportunidad y rapidez.

Nuevamente, Progreso y la Zona
Costera se encuentran de luto ante la pasividad de todos: autoridades a todos
los niveles y sectores empresariales, responsables en conjunto de una industria
primaria en nuestro Estado.

Debería ser el compromiso de
todos los poderes constituidos, Ejecutivo, Legislativo y Municipal en una Zona
Costera donde hay 21 puertos posibles, y solamente hay una cámara hiperbárica,
en Progreso, pero no se conoce si aún se encuentra apta o no.

¿Quién la gestionó? ¿Quién la va
a operar? Lo indispensable es que esa cámara hiperbárica ya se encuentre
funcionando, rescatando a los pescadores del infortunio, sirviendo para lo que
fue adquirida.

A raíz de este suceso, envíe un
mensaje en mis redes sociales, también soy madre, no me imagino el dolor que
esta noche está viviendo la familia de ese joven buzo de 32 años. En este
mensaje, finalicé con una simple pregunta: ¿Qué vamos a hacer para que no
vuelva a suceder?

 Me encontré con respuestas como la de Yehonala
Narvaez “capacitar al personal y preparar las instalaciones donde pondrán la
cámara hiperbárica para que empiece a funcionar adecuadamente”

También Génesis Nájera dice
“capacitar a la gente, tener cerca de cada muelle personal capacitado para ese
tipo de situaciones que se presentan…muchos pescadores suelen tener accidentes
y la atención médica jamás llega”.

Fueron muchos en el transcurso
del día y todos las opiniones – con respeto – son válidas, algunos mencionan la
responsabilidad de los dueños de los barcos y otros al Gobierno, pero este
problema debe y necesita ser un trabajo colaborativo e inmediato, la vida de
nuestros pescadores esta noche, sigue en riesgo.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Amén de estudiar a fondo la
problemática, sugiero las siguientes acciones inmediatas

a)     Realizar
un censo y registro del número de cooperativas que trabajan en la Zona Costera,
saber cuántos pescadores se dedican a ello, de donde provienen, con qué
experiencia cuentan.

b)    
Darle capacitación gratuita cada seis meses
en técnicas pesqueras así como procedimientos en primeros auxilios. Esto les
dará una certificación en la materia, la
premisa debe ser “pescador no capacitado o certificado no debe hacerse a la
mar”.

c)     Gestionar
la instalación de más cámaras hiperbáricas en zonas de alto volumen pesquero y
cuya distancia sea de minutos, esto va de la mano con personal capacitado para
operarlos.

d)     Que los
municipios de la Zona Costera tengan recursos humanos y operativos para
responder en caso de una emergencia, el traslado inmediato a un Centro de
Salud.

e)     En épocas
de veda, los pescadores y sus familias deben ser beneficiarios de los programas
de empleo temporal, impulsar programas educativos para sus hijos, capacitarlos
en otros oficios eco-turísticos de bajo riesgo.

f)       Que los
trece municipios costeros estén bien comunicados, proveerles de un sistema
tecnológico para que exista una coordinación entre ellos.

Tenemos que hacer un esfuerzo
presupuestal desde todos los ámbitos, porque la pesca sigue siendo una
actividad económicamente preponderante, ya no podemos seguir viviendo etapas de
luto por situaciones que bien organizadas y planeadas desde lo público y lo
privado, brinden el resguardo para este sector.

Ni uno más, ni un pescador más,
no los dejemos solos.

Jessica Saiden Quiroz
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