En la pantalla, por: David Moreno.
Es un mundo en 64 cuadros, un mundo en el cual las piezas tienen que ser manejadas con inteligencia, habilidad y precisión, mientras se hacen cualquier cantidad de cálculos en los confines más recónditos del cerebro. Es el Ajedrez, ese juego – ciencia cuyo dominio requiere años de entrenamiento, de desarrollo de capacidades que convierten a los jugadores en Maestros, en parte de una élite que domina las más amplias posibilidades para poder vencer a un adversario, para doblegar a su resistencia, su voluntad. Jugar ajedrez al más alto nivel no es sencillo. Además de una ardua preparación, de mucho estudio, se requiere de talento y de una gran capacidad para desarrollarlo. Muchos se quedan en el camino, agotados, agobiados por el nivel de exigencia para poder ir adquiriendo la puntuación necesaria para entrar a los grandes torneos y a la posibilidad de disputar un Campeonato del Mundo.
En los años sesenta los soviéticos dominaban el juego creando una escuela que puso a varios de sus jugadores en los más altos niveles. Su ajedrez era admirado y temido a la vez. En “Gambito de Dama”, el personaje principal de la serie es una chica que contra todo pronóstico va a desafiar a los grandes maestros con base en un talento único el cuál irá entrenando para poder aspirar a vencer a quienes se encuentran en los sitios más altos del Olimpo ajedrecístico. Beth Harmon (Anna Taylor -Joy) es una huérfana que reta a todos los cánones del ajedrez empezando por su género: la élite está conformada solo por hombres, no por mujeres a las que en esos años – quizá hasta ahora – se les consideraba menos capaces para jugar ajedrez y en todo caso aquellas que lo hacían recibían educación en colegios y universidades destinadas a las élites, enfrentándose solamente a otras mujeres. Pero este no es el caso de Beth. Se trata de una huérfana cuya madre biológica muere en un accidente de tránsito por lo que la niña es enviada a un orfanato de tintes religiosos en los que a las internas se les obligaba a tomar dosis de tranquilizantes y a cantar himnos durante los recesos escolares. Ahí Beth conocerá al Sr. Sheibel (Bill Camp) un solitario conserje que es aficionado al ajedrez y quien le enseñará los primeros movimientos sobre el tablero. Pronto Beth Harmon va a descubrir que el juego será más que eso: descubrirá que no solamente posee un talento natural para ello sino que sus capacidades de entendimiento de las múltiples posibilidades que se presentan en una partida la pueden llevar a desafiar a cualquier jugador. El personaje irá desarrollando su magnitud como jugadora y al mismo tiempo una personalidad que va posicionándola cada vez más dentro de los circuitos estadounidenses y – posteriormente – en los internacionales. Pero para poder triunfar en los más altos niveles Beth tendrá que ir venciendo en el camino a sus propios fantasmas y a las adicciones que éstos le han creado. Tendrá entonces dos opciones: caer en una espiral que la llevará al más profundo de los infiernos o remar contracorriente para darle un giro al que se suponía era su destino y encumbrarse como una de las mejores jugadoras de ajedrez de todos los tiempos, lo que logrará si vence al campeón soviético Vasily Borgov (Marcin Doronciski).
Scott Frank – director de la serie – va llevar al espectador por una alucinante biografía que aunque ficticia toma muchos elementos de la realidad para hacerla creíble y para generar una pronta empatía con el personaje principal. Presentará las partidas de ajedrez como vertiginosos y complejos encuentros a los que el montaje dotará de emotividad, profundidad y una enajenante sensación de vértigo; partidas que serán combinadas con los aspectos personales de una joven cuya vida parecía destinada a la rutina y a esa mediocridad que suele acompañarla, pero que cambiará por una serie de circunstancias fortuitas las cuales llevarán a Beth Harmon a convertirse en la intrusa en un mundo que estaba cerrado para ella, un mundo que en un principio la mira como una rareza, como una atractiva intromisión, pero que poco a poco comienza a respetarla por la facilidad con la que va deshaciéndose de sus adversarios. El arco de transformación del personaje es descrito con lujo de detalle, poniendo énfasis en las debilidades que se van convirtiendo en fortalezas gracias a una serie de aliados entre los que destacan su madre adoptiva Alma Whealey (Marielle Heller) y Benny Watts (Thomas Brodie – Sangster) uno de sus más acérrimos rivales en el juego que se convertirá en cómplice y en lo más cercano a un entrenador.
“Gambito de Dama” podría ser una historia clásica de triunfo y superación personal, pero no lo es por la originalidad de su puesta en escena, por los giros narrativos que presenta su guion y por lo atinado de sus interpretaciones – particularmente la de la enigmática y electrizante Anna Taylor -Joy – y por la relevancia de su temática. Se trata de un alegato por la capacidad competitiva de la mujer y por las dificultades que tiene que enfrentar, las cuales, por cuestiones de género, requieren de más voluntad para ir cuesta arriba, para destrozar a la adversidad. Es una bellísima, emotiva y vigorosa serie sobre un juego que funciona perfectamente como la representación de un campo de batalla en el cual la estrategia, la planeación pero también la improvisación y la necesidad de adaptarse a cualquier circunstancia son indispensables lo que a su vez lo convierte en una vibrante y particular alegoría de la vida misma. Es la apasionante narrativa de un personaje excepcional llamado Beth Harmon una superdotada jugadora de ajedrez capaz de llevar al juego y a su existencia a un nivel en el que se encuentran solamente aquellos que logran trascender a pesar del contexto que les rodea, a ese nivel en el que habitan aquellos que llevan junto a su nombre el adjetivo de leyenda.
Gambito de Dama está disponible en Netflix.
