Ciudad del Vaticano — El Vaticano se prepara para uno de los momentos más solemnes y decisivos de la Iglesia Católica: el cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco iniciará el próximo 7 de mayo, según confirmó una fuente cercana a la Santa Sede.
La convocatoria se produce tras la renuncia del pontífice argentino, quien, después de más de una década de servicio, decidió dar un paso al costado por razones de salud. Francisco, el primer papa latinoamericano de la historia, deja un legado marcado por la apertura, el diálogo interreligioso y la reforma interna de la Curia, aunque también enfrentó resistencias dentro de algunos sectores conservadores de la Iglesia.
El cónclave reunirá a los cardenales electores —todos menores de 80 años— en la Capilla Sixtina, donde, tras un juramento de secreto absoluto, se someterán al proceso de deliberación y votación para escoger al nuevo líder espiritual de los más de 1,300 millones de católicos en el mundo.
La elección se realizará bajo un estricto protocolo que busca preservar la confidencialidad y evitar cualquier tipo de influencia externa. Según las normas establecidas, se realizarán hasta cuatro votaciones diarias hasta que uno de los candidatos obtenga una mayoría de dos tercios. Como es tradición, una vez alcanzado el consenso, la fumata blanca anunciará al mundo que habemus papam.
Hasta ahora, no se han oficializado candidaturas, pero varios nombres circulan en los pasillos del Vaticano. Figuras como el cardenal Pietro Parolin, actual secretario de Estado, y el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, son mencionadas como posibles sucesores. También se habla de la posibilidad de que un cardenal de América Latina o África pueda ser elegido, continuando la línea de internacionalización que Francisco impulsó.
El ambiente previo al cónclave es de expectativa y oración. En diversas partes del mundo, fieles católicos se están reuniendo para pedir sabiduría y guía divina en la elección del nuevo pontífice, quien no solo deberá enfrentar los desafíos internos de la Iglesia, sino también ofrecer respuestas a un mundo cambiante que exige liderazgo moral, cercanía y firmeza ante las injusticias sociales.
El 7 de mayo marcará el inicio de un proceso que no solo definirá el futuro inmediato de la Iglesia Católica, sino también su rumbo espiritual y pastoral en las próximas décadas.
